Unos cuatro mil bercianos abarrotan la zona de preferencia animando a favor de corriente
Estaba cantado que ayer en el Amilivia se iban a vivir dos derbis, uno en el terreno de juego y otro no menos trascendente, en el graderío. Sobre la hierba, ya se sabe lo sucedido. Los bercianos se llevaron los tres puntos gracias al tanto de Óscar de Paula, dejando a la Cultural compuesta y con la Copa del Rey prácticamente imposible. Mientras tanto, en las gradas el derbi también se tiñó de visitante porque los casi cuatro mil bercianos que abarrotaron la tribuna este del Amilivia llevaron casi siempre la voz cantante, antes, durante y obviamente, también al final del encuentro. León fue ayer más blanquiazul que nunca porque ya desde primera hora se pudieron contemplar miles de aficionados bercianos tomando pacíficamente las zonas «neurálgicas» de la ciudad, con especial incidencia en el Barrio Húmedo.
Es de destacar que la presencia de los seguidores deportivistas en las vísperas del partido se desarrolló dentro de la más estricta normalidad. Ni un incidente reseñable se registró por las calles de León. Después, ya en el estadio, resultaba espectacular ver toda la tribuna este copada por la afición visitante. Desde allí se escuchó el «A Ponferrada me voy» más espectacular que nunca. Se hizo inevitable el célebre cántico de «puta León y puta Cultural» que, por cierto, cada vez es más rechazado por un amplio sector del deportivismo, a parte de sentar como un tiro en las filas culturalistas que es lo que persiguen aquellos que lo entonan. Desde la otra orilla del campo se escuchó también «paletos, paletos» y muchos silbidos para ahogar el cántico de los bercianos. En la guerra de cánticos fueron más ocurrentes los bercianos: «sois cuatro gatos, cazurros sois cuatro gatos», o el clásico «es cazurro el que no bote».
Los culturalistas insistieron en un grito célebre para herir la sensibilidad del «enemigo», apelando a otro cántico tradicional: «León capital, Bierzo sucursal». También botaron «es berciano el que no bote, es...». Lo único rechazable dentro del estadio se produjo cuando un grupo de aficionados locales se acercaron a la zona de los bercianos, se supone que con aviesas intenciones. La policía redujo a este grupúsculo y les condujo a un lugar discreto para «calentarles» un poco.
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