En la Copa de Europa 75-76, el Madrid había eliminado sucesivamente a Dinamo de Bucarest, Derby County (remontando un 4-1) y a Borussia de Monchengladbach. En la semifinal se cruzó el Bayern de Múnich, campeón de las dos ediciones anteriores…
Eran grandes años del fútbol alemán. La selección había sido campeona del mundo, con protagonismo de varias estrellas del Bayern: Maier, Beckenbauer, Höness, Müller… y Breitner, que después había saltado al Madrid, donde pasó de jugar como lateral izquierdo a hacerlo como box to box, que se dice ahora. Centrocampista pleno, de ida y vuelta. Otros dos equipos alemanes estaban en semifinales europeas: el Eintracht en la Recopa y el Hamburgo en la Copa de la UEFA. Un año antes que a Breitner, el Madrid había fichado a Netzer, también alemán. Alemania marcaba el paso.
Así que aquel Bayern imponía. Además, la eliminatoria de cuartos se había resuelto con dos goles anulados al Borussia en el Bernabéu sin que nadie supiera bien por qué, y eso había levantado polvareda allá. El Bayern llegó a Madrid con el aire arrogante que luego les ha caracterizado siempre. Con su cocinero (cosa inusual entonces), mirada de perdonavidas y el presidente, Wilhelm Neudecker, sin esforzarse por ser simpático. La víspera dijo que el Bernabéu no le había impresionado nada y que la iluminación le parecía atrasada e insuficiente. El Bayern ya no caía nada bien de por sí, después de la fortuna con que le había ganado al Atlético dos años antes y de lo injusta que se había encontrado su victoria en la final del año anterior sobre el Leeds. En general, se le veía como un equipo con grandes jugadores, pero que practicaba un juego cicatero, basado en castigar los fallos del contrario, más que en hacer el fútbol que podrían, con esos jugadores, entre los que aparecía otro fenómeno, el joven Rummenigge.
El Madrid afronta el partido con problemas: Breitner, Pirri y Velázquez están entre algodones. Cuando se anuncia la alineación por megafonía, se comprueba que faltan los dos primeros. Al menos está Velázquez. El Madrid que Miljanic opone a los alemanes es este: Miguel Ángel; Sol, Benito, Del Bosque, Camacho; Velázquez, Netzer, Rubiñán; Amancio, Santillana y Roberto Martínez. Enfrente, el doble campeón de Europa con todo lo mejor: Maier; Hansen, Schwarzenbeck (el del gol al Atlético), Beckenbauer, Horsmann; Roth, Höness, Durnberger, Kapellman; Rummenigge y Müller. Arbitra el austriaco Linemayr, tenido por uno de los mejores del mundo. Lleno y ambientazo en el Bernabéu, en una perfecta noche primaveral. Es 31 de marzo.
El Madrid sale en tromba, aupado por el ambiente mágico de las noches europeas. En el minuto 12, Netzer adelanta un balón a Roberto, que lo deja pasar con una maniobra que despista a la defensa, se planta ante Maier y le bate con seguridad. El estadio se viene abajo. Siguen los ataques, se sueña con una goleada, pero en el 35 todo se enfría cuando Velázquez, que estaba siendo el mejor, se va, resentido de un tirón. Sale por él Vitoria. El Madrid sigue con la misma fe, pero ya no es tan brillante ni profundo. Cerca del descanso, hay un remate de Roberto que los madridistas reclaman como córner que Linemayr no da. Con varios madridistas despistados en la protesta, el Bayern saca rápido y en pocos segundos el balón llega a Muller, al que por única vez ha descuidado Benito, y marca el 1-1. Durante el descanso, el aficionado rumia que se siente desprotegido de la suerte y enfadado con el árbitro. ¡Ese córner…!
Todo empeora cuando en el 57 Roberto Martínez se parte la nariz en choque con Maier. Se va, con la cara destrozada. Sale Guerini. El Madrid de Miljanic estaba configurado para balones altos a Santillana y Roberto. Sin este, baja otro peldaño en su eficacia. El Bayern se parapeta, juega de forma egoísta, no arriesga, se nota que el 1-1 les conforma. El Madrid ataca y ataca ciegamente, sin fruto.
Cerca del final, sobreviene la catástrofe: Santillana es agarrado en el área y Linemayr deja seguir. Salta la indignación. El público lleva tiempo juzgando a Linemayr de anticasero, le cree condicionado por los comentarios en Alemania tras el partido del Borussia. Un aficionado salta repentinamente al campo, y consigue darle un tremendo puñetazo, a pesar de Höness, que intenta agarrarle. Maier se echa sobre él, le reduce y le sacude. Sale la policía y se lo lleva. Al día siguiente, la foto del Loco del Bernabéu propinándole un puñetazo al árbitro aparece en todo el mundo. Un bochorno para el club. Santiago Bernabéu llevaba tiempo resistiéndose a vallar el campo, a pesar de que otros lo hacían y de que de las autoridades futbolísticas aconsejaban hacerlo:
El día que haya que enjaular a los espectadores dejaré de ir al fútbol.
(Veinticinco años después, Jaime D.P., localizado, visitó AS. Sólo se dejó fotografiar de espaldas. Nos contó que entonces tenía 26 años, y había ido al campo con su mujer, embarazada de seis meses, su hermano mayor y su cuñada. Estaban en el segundo anfiteatro, de pie. Indignado por el agarrón a Santillana, le dijo a su mujer que salía al baño, bajó, pasó a la grada baja y saltó al campo. Cuando los policías le retiraban, se escabulló de ellos, o le dejaron escabullirse, o mitad y mitad. Estaba sinceramente arrepentido: “Hablo para decirles a todos los aficionados que eso que hice no se puede hacer bajo ningún concepto”. Su padre estuvo dos años sin hablarle. Su mujer quedó abochornada. Él no volvió al Bernabéu en dos años).
El 14 de abril, el Madrid es recibido con increpaciones en el aeropuerto de Múnich. El sensacionalista Bild Zeitung ha comido 15 días del incidente, que exagera. Habla de aficionados que saltaron al campo, no de uno solo. Dice que han pegado a este y a otro jugador del Bayern. Que también la policía les ha pegado.
Esta vez están Pirri y Breitner, aunque no Velázquez ni Roberto Martínez. Benito viste una chaqueta de cuadros muy atrevida, que se hizo popular porque siempre que la utilizó en un viaje ganaron el Madrid o la selección. Pero hay aprensión y un cierto desasosiego en el club. Trasciende que Miljanic está en tratos secretos con el Arsenal. Miljanic tiene varios jugadores en contra, también se sabe. Hay mal rollo.
Juegan: Miguel Ángel; Sol, Benito, Pirri, Camacho: Breitner, Netzer, Del Bosque; Amancio, Santillana y Guerini. El Bayern repite con los de Madrid. El público abuchea intensamente cada vez que la tocan Breitner y Netzer, a los que acusa de alemanes traidores, enrolados en un equipo de bárbaros del Sur. Ellos se afligen y juegan mal. Bernabéu se dolerá de ello después: “Hemos jugado con nueve”. Müller marca un gol en cada tiempo. Los madridistas se quejan de que el árbitro, el escocés Clive Thomas, permite gran dureza a los locales. Amancio ya tenía una tarjeta por protestar cuando en el 89 le da furioso una patada al balón tras la enésima falta de Horsmann. Segunda tarjeta. Expulsado. Inmediatamente llega el final: 2-0.
Es la última escena de Amancio en la Copa de Europa, en la que había acumulado tantas glorias. Pocos días después, la UEFA cierra el Bernabéu por tres partidos europeos. El Madrid queda obligado a jugarlos a no menos de 300 kilómetros de su campo. En la edición del año siguiente recibirá al Stal Mielec en Valencia, y al Brujas en Málaga. No pasará de esa eliminatoria. El castigo quedó ahí, no se extendió a la siguiente edición.
El Bayern jugará y ganará su tercera final consecutiva, esta ante el Saint Etienne. Para el Madrid quedan el bochorno del Loco, el cierre, las vallas y el dolor de ver a Amancio terminar su gloriosa carrera europea con una expulsión. El Bayern quedó fijado ya para siempre en el imaginario madridista como el peor y más antipático enemigo del Madrid en Europa.
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