Celtarras es un infame grupo radical que ocupa uno de los fondos del estadio de Balaídos. Partido tras partido y haciendo gala de su mala educación, su endogamia, su independentismo-terrorista y su violencia extrema, que carga a sus espaldas una media de tres asesinatos por temporada desde el año de su creación (1987), estos jóvenes inconscientes se encargan de empañar el pulcro, original e incesante silencio con el que el muchos otros aficionados animan a su Celta durante los 90 minutos de cada encuentro. Su presencia constituye, pues, un auténtico foco de inmoralidad y falta de teología y geometría. Por no hablar del ruido.
Por todo ello, el partido del pasado sábado ante el Sevilla no solo fue un motivo de alegría para la comunidad celtista a causa de la victoria, sino también gracias a la ausencia de estos dementes. Y es que, haciendo honor a su salvajismo y su mala reputación, los Celtarras decidieron manifestarse de la manera más atroz posible: no asistiendo a su grada, todo un acto de violencia injustificada y un ejemplo de su nula retórica para, además, tratar de expresar una indignación totalmente injustificada.
Como siempre que se trata de radicalismos, los motivos son lo de menos y, también, los de siempre: su ya habitual cruzada con los cuerpos de seguridad del estado, que cada quince días blindan el estadio y protegen a ‘personas-humanas-civilizadas’ de los achaques de histeria de Celtarras. Más en concreto, la peña de radicales se queja de que la policía decidió “a dedo” a quién permitir y denegar la entrada a la grada de Celtarras en el anterior partido contra el Málaga, algo completamente justificable dados los antecedentes de este grupo de seguidores. Al final del propio encuentro, además, se produjeron algunos incidentes que redundaron en cuatro detenciones y varios multados.
De acuerdo con los protagonistas se trata de una “fuerte presión policial”, una presión en absoluto percibida por el resto de la comunidad celtista, ya que es raro ver aparcados más de 20 furgones policiales en cada costado del estadio, a todas luces insuficientes si se tiene en cuenta la constante amenaza de una nueva y virulenta explosión de ira de este sector independentista-subversivo.
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