No estaban todos los que podrían haber estado pero la verdad es que animaban como si el Vicente Calderón se hubiese llenado dos veces. Los jugadores y el técnico del cuadro colchonero habían pedido en las horas previas que el Calderón fuese un arma más en un partido muy complicado como el que se preveía complicado ante un Celta de Vigo que se lo había puesto muy en chino al cuadro colchonero en las dos citas en las que ambos se habían medido últimamente. Y todo en medio del ‘plebiscito’ que se suponía a la cita tras la constatación de que el Atlético no tenía intención de renovar a Fernando Torres. Siendo así se esperaba una reacción de la grada, un cariño, una condena, una aprobación... en definitiva un algo sobre el asunto.
Y lo hubo, en el minuto 9 concretamente, en el del dorsal del ‘Niño’, buena parte de la grada del Calderón le cantó a Fernando Torres como tantas veces, como si estuviese en el césped. Pero no lo estaba, estaba en el palco sentado entre Vizcaíno y el director general de Comunicación del Atlético. Como quiera que este asunto es algo entre el ‘Niño’ y un Simeone que entiende que el rol que está teniendo el fuenlabreño no se corresponde con lo que él espera, la postura de la grada se podía haber entendido como un posicionamiento claro en este asunto.
Quizás fuese por ello por lo que , acto seguido, la hinchada se volcó con el Cholo, con el “Olé, olé, olé... Cholo Simeone”, tantas veces repetido en el coliseo colchonero. El técnico saludó con funcionarial gesto y algo de desdén, concentrado como estaba en el partido. Nada más concluir el asunto, para que no pareciese que el tema era culpa de uno u otro, una parte de los hinchas, esta vez menos de los que se sumaron a los primeros dos cánticos, se centró en cantar aquello del “diles que se vayan”, dedicado a los gestores de la entidad. Si no puedes culpar a ninguno de los dos ídolos, siempre hay tercera vía.
De todas formas el asunto quedó un tanto enjuagado a cuenta de lo que sucedía en el césped. En el minuto 9 del partido, la concurrencia ya se mosqueó un poquito porque el meta Rubén comenzó a dilatar los saques de puerta. Y con los antecedentes del domingo, en las botas de ese chico tan bien educado de Sergio Rico que se despidió de la grada del Calderón como un estudiante de colegio de pago, pues se esperaba otro recital de remoloneo en la ribera del Manzanares. Y fue sólo el inicio, en el 18’, en el 25’... La gente alucinó un poco con que el colegido sólo hubiese dado un minuto de añadido en la primera mitad.
El asunto se incrementó en la medida que este buen Celta marcaba uno tras otro y el ímpetu de la grada rojiblanca se fue apagando. Con el paso de los minutos, los futbolistas de celeste parecían multiplicarse y la impaciencia de los aficionados rojiblancos crecía con la enorme cantidad de imprecisiones que se producían. No así los casi 500 gallegos en la grada que se lo pasaron en grande. “¡Que bote Balaídos!”, la Rianxeira... No fue la mejor manera de caer para el Atlético. Una oportunidad menos para soñar con la gloria. Todavía le restan dos balas a los rojiblancos.
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