Incertidumbre. Esa es la palabra que más se repetía ayer en las entrañas del remozado estadio del Ejército Polaco. No se hablaba, en todo caso, del resultado de un partido en el que el Real Madrid es claro favorito ante un Legia que todavía no ha estrenado su casillero de puntos en esta Champions. Se hablaba del comportamiento de los ultras ante la imposibilidad de entrar al duelo de esta noche.
Y para que nada pase en los aledaños del estadio del club de Varsovia, el Legia ha dispuesto efectivos de seguridad propios de un encuentro a puerta abierta. No habrá nadie en las gradas (apenas cientos de invitados especiales de ambos clubes), pero sí se espera que los radicales locales se agolpen cerca del estadio. De hecho, tienen previsto animar como si estuvieran dentro.
De ahí que el principal foco de preocupación sea la llegada de la expedición del Real Madrid al estadio. Será, como en todos los duelos, cuando falten algo menos de dos horas para el inicio del encuentro. La policía local se encargará de custodiar a los hombres de Zidane para que no se produzcan incidentes en el momento de acceder al estadio polaco.
El propio técnico francés mostraba la inseguridad que cunde en la expedición al respecto. Quiere, pide, que sólo se hable de lo que más le gusta, fútbol. Sólo fútbol. "Ojalá que no pase más lo de los ultras, pero yo no puedo decir nada más. Espero que no pase nada fuera del campo. La gente viene a disfrutar del fútbol. Yo quiero, como todos vosotros, lo mejor para el fútbol", concluyó el técnico francés del Real Madrid.
Przedmiescia Legii [Territorio Legia] es uno de los primeros grafitis que se ve al llegar al estadio del Legia. Está pintado junto a otros muchos en las columnas de un puente en la avenida Lazienkowska, a 50 metros del campo. Hay dibujos de calaveras y otras consignas. Uno, con fondo negro, pone “Ultras Legia”. El cielo es gris en Varsovia, cae una lluvia fina y la espesa niebla impide ver dónde acaban los rascacielos de la ciudad. Vacía, por cierto, por el día festivo.
En los aledaños del estadio no hay un alma antes del entrenamiento del equipo polaco y del Madrid, con el que se mide esta noche (20.45, BeIN Sport). La tienda oficial está cerrada. También la pequeña puerta gris que pone Sklep Kibica [tienda del aficionado]: vende bufandas y está gestionada por los hinchas y no por el club. Enfrente del estadio hay otra mucho más grande. También está cerrada.
Los periódicos no salieron este martes por ser festivo. El día que la UEFA comunicó que el partido contra el Madrid se jugaría a puerta cerrada por los incidentes provocados por los radicales contra el Borussia Dortmund, los medios hablaron de “humillación histórica” y “tragedia”. El club había esperado 20 años para volver a la Champions y sus hinchas la liaron a la primera de cambio. La UEFA castigó al club por encendido de bengalas, disturbios, lanzamiento de objetos, comportamiento racista, organización deficiente y bloqueo de escaleras.
En Madrid, hace dos semanas, hubo 12 detenidos polacos por altercados y enfrentamientos con la Policía en la ciudad y fuera del estadio. El técnico del Legia, Jacek Magiera, había asegurado en la víspera que todo se desarrollaría de forma tranquila y que los aficionados polacos se portarían bien. ¿Mañana [por hoy] qué pasará?, le preguntaron al técnico recordándole sus palabras de hace dos semanas. “Todo va a discurrir de forma tranquila. De todas formas yo soy el entrenador, las preguntas sobre los hinchas hay que hacerlas a la dirección del club”, contestó molesto.
Situación delicada
“La situación es muy delicada aquí, hay tres dueños [Boguslaw Lesnodorski, Maciej Wandzel y Dariusz Mioduski] y hay una especie de guerra civil entre ellos por el tema de los radicales: el primero es partidario del diálogo y los otros dos no”, explica Tomasz Cwiakala, periodista polaco de Eleven TV. “La sensación es que mañana [por hoy] algo pasará, pero no se sabe a ciencia cierta qué. Las reuniones de los radicales se llevan tan en secreto que nadie filtra nada. Se especula con muchas cosas, pero hasta mañana no se sabrá qué pasará”, añade.
No hay un lugar de encuentro específico para los aficionados. Suelen juntarse en los bares del centro. Para mañana tienen esa opción, también la de concentrarse en las puertas de acceso al campo para cantar desde fuera o juntarse para el ver el partido en el bar del estadio. “No hace falta entrada para acceder a él”, matiza Cwiakala al tiempo que quiere dejar claro que en el sector de los ultras del Legia (llamado Zyleta, cuchilla) caben unos 1.000 aficionados y que no todos son ultras. “Puedes comprar una entrada para ver el partido allí, lo único es que te obligan a cantar” dice.
En 2015, en un partido a puerta cerrada contra el Ajax, varios radicales se juntaron en un aparcamiento cercano al estadio para ver el partido en unas pantallas gigantes. Esta vez, el club ha pedido que no haya pantallas.
Otro periodista polaco, Jakub Wilmanowicz de Olé Magazyn, recuerda un antecedente en la Liga polaca. En marzo de 2014 el Wisla Cracovia recibía al Ruch, no a puerta cerrada, pero sí con la entrada prohibida a los visitantes. “Y lo que hicieron los visitantes fue juntarse fuera del estadio y lanzar bengalas con paracaídas. Llegaron a aterrizar en el césped. No creo que pase nada parecido mañana, no me imagino algo así, porque terminaría pagándolo el Legia. En aquella ocasión a los hinchas del Ruch les daba igual porque la multa no correría a cargo de su equipo”, dice Wilmanowicz.
La pérdida de imagen del Legia es enorme. La económica por la taquilla de esta noche se estima en unos 697.000 euros. “Este fin de semana hubo elecciones para la presidencia de la Federación y el tema del que más se habló fue cómo controlar a los ultras. Se llegó a proponer seguir el modelo inglés. Es un callejón sin salida: por un lado parece ser bueno el diálogo y mantener charlas privadas con los responsables de los grupos de aficionados, pero por otro, corres el riesgo de que le das la mano y te cojan el brazo”, resume Cwiakala.
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