Las aficiones de Linares y Zamora fueron ayer como esos amigos a los que les gusta la misma chica. Se juntan, se van de cañas, ríen, pero a la hora de la verdad están unidas por un mismo destino, y vale todo, aunque se diga aquello de «si no me la llevo yo, pues para ti». Es lo bueno del deporte, que se va de cara, por eso son ya aficiones amigas; los enemigos te apuñalan por la espalda, los amigos de frente.
El partido fue la noticia deportiva pero el fenómeno social pasó antes y tiene incluso más aristas y lecturas, tantas como opiniones Poli Rincón en un mismo partido. El día más grande de la afición fue más o menos así.Zamora. Cinco de la mañana. Casi medio millar de aficionados -más de cuatrocientos- armados de bufandas, banderines y banderas, pintados muchos de ellos como William Wallace, pero en rojiblanco, se desperezan pensando en la toma de la ciudad azulilla.
Linares. Misma hora. Los aficionados...duermen. Aunque sea un día grande la noche antes había sido sábado -alguno todavía no dormían de hecho-. Si acaso muchos sueñan con el ascenso.Linares, doce y media de la mañana. La marea azulilla despierta y se echa la calle. Las camisetas azules lo invaden todo, ya sean del CD Linares, de la Cope o de Talleres Manolo Pérez, da igual. Y además el cielo brilla, azul, por supuesto. Buena señal. Se dirigen a Linarejos, a la primera toma de contacto. Reunión, cánticos, banderas al viento y para la zona de bares. Hoy va a ser un gran día, debe ser un gran día.
Fiesta
Una de la tarde. Los aficionados rojiblancos, ocho autobuses, desembarcan en la ciudad minera, después de dos o tres paradas en carretera para tomar un café, como «una manada, caminando hacia ninguna parte», cuenta Ávaro Regueras, acompañado de Jesús Luengo, 'Suso', rojiblancos por dentro y por fuera. Era tierra desconocida, pero no tierra extraña. «Hemos dado vueltas hasta que nos hemos encontrado a dos aficionados del Linares», indica. Ya tenían GPS.Una y media de la tarde. Rojiblancos y azulillos se mezclan, se hacen fotos los unos a los otros, entonan cantos comunes contra enemigos comunes o por simpatía con el rival y hasta portan juntos banderas de España, unas horas después del despliegue contra Perú.
Estaba claro que el fútbol no era lo más importante. Entre cervezas, tapas -con la diferencia de que en la ida iban a parte de la bebida y aquí juntas-, discurren las horas hasta la hora del partido, inundado de bebidas y buenos deseos. «Si no somos nosotros ojalá subáis vosotros, me alegraría de corazón», indica Regueras. El sentimiento es mutuo, «lo de hoy nunca lo he visto», añade Miguel García, seguidor azulillo. «Este buen rollo, tanta gente, impresiona». «En serio, esto no se encuentra a todos los sitios donde vas», confirma Suso. «Doy fe», ratifica solemne García. Muchos reconocen que quieren que pase su equipo, obviamente, pero que están ahí por «la fiesta, hemos venido a disfrutar», confirma. «Y lo estamos consiguiendo», añade. «Doy fe», ratifica García.Cuatro de la tarde. Pues eso, la fiesta no para. Tras tomar fuerzas y más cosas, comenzó el peregrinaje por las calles para visitar el asador Río Grande. Allí esperaban los dirigentes y las sorpresas.
Poco antes, en la plaza del Ayuntamiento, se produjo una de esas estampas que hacen sentir a los futbolistas privilegiados y a la vez les otorga una presión que no entienden el minero de profesión o el ingeniero. Una nube de aficionados rojiblancos rodeó el autobús de su equipo, hasta casi detenerlo, y entre cánticos y peticiones, hubo algunos que se arrodillaron y alabaron a los jugadores. Si uno, lo entienda o no, no sale a darlo todo tras esto, tiene un problema de corazón. Cuatro y media. La afición azulilla hace entrega a la presidenta de un ramo de rosas azules -tintadas-y blancas y un pergamino de agradecimiento. El presidente del Zamora tampoco se va de vacío: le regalaron un pequeño olivo de plata.
Lo siguiente es recibir a los jugadores. Los del Linares vienen de Bailén, en coches particulares. El estadio es ya un hervidero, la inminencia del partido se empieza a sentir y la sensación de que va a pasar algo grande se transmite entre las dos hinchadas. Dos parejas, una del Linares y una del Zamora, charlan un poco apartados. Se conocieron en la ida. «Estuvimos en Zamora y nos impresionó como se compartió la afición del Linares. De hecho hemos venido por eso», explica Maite Fernández.
Volverán
«Volveremos aunque no haya fútbol, a conocer la ciudad bien», confirma José Antonio Redondo. «No hemos visto a nadie comportarse como la afición de Linares en Zamora, mayores, mujeres, niños, todos volcados con su equipo», apostilla. Enfrente, mientras apura un último trago de una caña, Javier Cano, forero y seguidor azulillo de pro, confirma que lo de Zamora fue sorprendente. También lo de Linares, pero lo de la ida quizá más por inesperado.
Aunque en este caso segundas partes sí fueron buenas. «Recuerdo que en Zamora lo primero que vi al llegar fue a una niña vestida de comunión con un banderín del CD Linares. Cuando uno ve eso se queda helado», indica. Cinco y media. La gente se agolpa ya a las puertas de Linarejos. Entran en escena los personajes tan propios del mundo del fútbol, crecidos por las trompetas y los bombos. Ataviado con una bandera de Andalucía, a modo de poncho, y con banderitas alrededor de la cabeza. Anima como el que más al Linares, aunque ni siquiera es de Jaén.«Yo soy de Córdoba, pero para mí Linares es como mi segunda casa.
Me han tratado siempre muy bien y a los tres últimos pla yoff he acudido. Esta vez es la buena», aseguraba Antonio Pello.
Lágrimas azulillas
Seis de la tarde. La hora de la verdad, la grada es azul con un toque de colorido rojiblanco. Aparecen unos nubarrones. El cielo ya no es tan azul.Ocho de la tarde. La afición rojiblanca consuela a una marea azul sin consuelo. El Zamora se lleva a la chica y el CD Linares tiene que conformarse con ser ahora un hincha rojiblanco más, y felicitarlo. Como buenos amigos.
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