En el centro del debate futbolístico más reciente en Alemania no está el balón, sino el aficionado. Esa persona que acude a la taquilla y compra entrada para ver un partido de fútbol y, en ciertos casos, para algo más.
Debido a la estrategia de seguridad aplicada por Alemania durante el Mundial 2006, la Bundesliga vivió años de tranquilidad prácticamente absoluta luego del máximo torneo de balompié. En los años que siguieron a la "fábula de verano", la seguridad en los estadios no fue un tema a debate, o por lo menos no en la primera división del fútbol teutón. Los aficionados se sienten seguros y, como resultado, acuden en número creciente a las sedes del máximo circuito futbolístico alemán.
Pero poco a poco fue resucitando en algunos estadios la violencia y también la inseguridad. A mediados de mayo, y en cadena nacional de televisión, seudoaficionados del Fortuna Düsseldorf invadieron la cancha en el minuto 95 del encuentro de relegación entre el conjunto local y Hertha Berlín. El caos fue absoluto. El partido fue suspendido y jugadores berlineses agredieron al árbitro del encuentro, Wolfgang Stark.
No es el único ejemplo. En noviembre pasado, 1.400 seudoaficionados del Dynamo Dresden viajaron hasta Hannover, amedrentaron a los guardias de seguridad, burlaron los controles, e introdujeron luces de bengala, que encendieron durante el partido de la Copa Alemana entre los sajones y el equipo local. “Por primera vez temí por mi vida”, dijo una policía que se encontraba en ese lugar.
Las caras del aficionado
Y es aquí donde las visiones cambian. Para las llamadas “fuerzas del orden” en Alemania, el aficionado representa un peligro potencial, y en algunos casos, real. Por eso el nuevo paquete de medidas para la seguridad en el fútbol alemán es recibido con júbilo por el sindicato de la policía. Su director, Rainer Wendt, opina que “son necesarios mayores controles, así como reforzar la observación a través de cámaras e incrementar las posibles sanciones a clubes.”
Los equipos ven las cosas distinto. En Alemania, la relación entre organizaciones de aficionados y los clubes es parte de la cultura futbolística. De acuerdo con esta lógica, las medidas propuestas por la policía equivalen a dar la espalda a quienes en buena parte ocupan las tribunas.
Pero las opiniones son divididas. “Es lamentable que no haya habido más tiempo para establecer un diálogo con los aficionados, a fin de que estos comprendan y acepten mejor las medidas aprobadas”, dice Carl Jarchow, presidente del Hamburgo. Él y otros opinan que el proceso fue acelerado e invadido por cuestiones de índole política. Dos clubes de gran tradición, el 1. FC Union Berlin y el FC St Pauli, rechazaron por ello el nuevo concepto de seguridad.
Otros equipos, como el Hannover, discrepan. El concepto “es una buena señal”, dice Martin Kind, presidente del conjunto. En él “no hay vencedores ni vencidos”, dice por su parte el gerente del Borussia Dortmund. “Sólo los violentos pueden decirse insatisfechos con lo que acordamos”.
Las cifras también hablan un lenguaje dispar: hubo 1.142 heridos en la temporada anterior, en las dos máximas divisiones de la Bundesliga, dicen unas. Otras replican: en comparación con los 18,7 millones de aficionados que asistieron a partidos de esos circuitos, la cantidad de heridos es mínima. El tiempo dirá si tal iniciativa tendrá las repercusiones deseadas tanto por directivos como por clubes y organizaciones de aficionados.
Pero, ¿qué fue exactamente lo que acordó la mayoría de los clubes alemanes? Entre otras cosas, que algunos partidos sean calificados como “de riesgo”, y por ello, que se apliquen en sus sedes medidas especiales de seguridad. Que se mejoren los controles a las entradas de los estadios. Se aclara que en ningún caso se contemplan revisiones totales, que eran rechazadas por las organizaciones de aficionados. Estos tendrán participación en los preparativos de seguridad antes de cada partido. Se aplicarán asimismo sanciones contra los clubes cuyos estadios no ofrezcan suficiente seguridad.
Un problema universal
Al parecer, nada espectacular. Pero las organizaciones de aficionados consideran que la propuesta es demasiado invasiva.
Lo cierto es que la violencia no sólo ocurre en el fútbol alemán. El ejemplo más reciente es la final de la Copa Sudamericana entre los equipos Tigre, de Argentina, y Sao Paulo, de Brasil. En la urbe brasileña, que vive una ola de violencia en general, el partido tuvo que ser suspendido por el aparente amago de grupos que incluso amenazaron con armas de fuego a los jugadores argentinos.
Ante tales circunstancias, la decisión del técnico de Tigre, Néstor Raúl Gorosito, fue tajante: “No se juega más”. Sao Paulo ganó así, de manera poco deportiva, tanto el partido como el torneo en disputa. La violencia, en efecto, puede triunfar sobre la esencia del fútbol.
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