El sábado, en la rueda de prensa previa al partido de ayer, José Luis Mendilibar retó a la afición de Osasuna a superar las memorables muestras de apoyo que ofreció el día que el Getafe visitó Pamplona, hace dos semanas. Los sufridores seguidores rojillos, como no podía ser de otro modo, aceptaron el desafío y volvieron a demostrar que cuando el equipo más lo necesita ellos siempre están ahí.
La excelente comunión entre equipo y afición fue decisiva para que Osasuna lograse una victoria vital ante el Getafe. Un triunfo ayer se antojaba aún más trascendental, y por eso el club presidido por Miguel Archanco puso todo de su parte para que se repitiese la experiencia de aquel día. Volvió a haber Zona Rojilla, y el recibimiento al autobús del equipo rojillo en la puerta de vestuarios del Reyno de Navarra volvió a ser multitudinario. La afición fue de nuevo el jugador número 12, un elemento clave para que la salvación fuese por fin una realidad después del partido ante el Sevilla.
La Zona Rojilla se trasladó al frontón cubierto de Cordovilla debido a una amenaza de lluvia que no terminó de cumplirse. Esto, sin embargo, no fue impedimento para que cientos de aficionados ataviados con prendas de color rojo se reuniesen para compartir las horas previas al partido. El grupo Mandanga, junto a Alfredo, guitarrista de Barricada, se encargó de amenizar la espera, e hizo vibrar a los presentes con canciones como La vida sigue igual o la versión rojilla de Urroztarra, fuerza y garra, ambas de Tijuana in blue.
Al compás de los acordes de la txaranga Nueva Alegría de Mendavia, la marea roja repitió peregrinación hacia el Reyno de Navarra para recibir al autobús de Osasuna. El número de banderas y bengalas presentes en la trasera del estadio se multiplicó con respecto a las que pudieron verse antes del partido ante el Getafe, y miles de voces entonaron cánticos diversos desde media hora antes de que llegase la expedición rojilla. Un Riau-riau atronador precedió a la llegada del autocar, justo antes de que el presidente de Osasuna, Miguel Archanco, recibiese uno a uno a los jugadores en la puerta de vestuarios.
Dentro del campo, más de lo mismo. Las gradas volvieron a teñirse de rojo, un color que se intensificó cuando los equipos saltaron al césped y los más de 19.000 espectadores presentes construyeron un mosaico. Un nuevo Vals de Astráin significó el comienzo de un recital de ánimos que no concluyó hasta mucho después del pitido final. El ambiente, difícilmente mejorable e impulsado por los goles del Betis ante el Zaragoza y el Málaga frente al Dépor, tan solo se disipó tras el gol de Negredo, que hizo temerse lo peor a la hinchada navarra. Sin embargo, el apoyo no tardó en volver y se convirtió en delirio con el gol del capitán. "No podrán parar a Patxi Puñal", entonó el Reyno. La fiesta se completó poco después con el tanto de Cejudo: el estadio rojillo se vino abajo consciente de que la permanencia de Osasuna un año más en Primera estaba al alcance de la mano. Sonoras pitadas acompañaron desde entonces a cada posesión de balón del Sevilla, silbidos que se convirtieron en suspiros de alivio cuando Andrés Fernández paró a bocajarro un disparo de Negredo que amenazaba con aguar la fiesta. "Andrés, Andrés", rugió la grada. No era para menos.
Muñiz Fernández pitó el final y estalló la alegría. Ha sido una temporada muy complicada, pero una afición de Primera se merece tener un equipo en Primera. Es así, y no al revés. Y así será al menos durante un año más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario