El Real Madrid y el Rayo Vallecano representan dos realidades distintas, unos, los de Concha Espina son exponentes del poderío económico, de fichajes estratosféricos, eso lo sabe todo mundo. El conjunto vallecano se erige como representante del Madrid obrero, del Madrid que resiste, el que la pasa mal en esta época de crisis, el que lucha y no se rinde a pesar de las adversidades.
Ese encuentro de dos mundos es, para la gente del barrio del sur una cuestión de orgullo. Las partes radicales de cada parcialidad se odian a muerte, no solo es odio deportivo, es un conflicto de ideales, de principios. La vena fascista aún esta presente en los Ultra Sur, desplantes racistas, simbología franquista, añoranza por un antiguo régimen totalitario que muchos quisieran olvidar. Los Bukaneros defienden el lado contrario, antifascistas, antirracistas, integrantes de las luchas sociales. El barrio entero de Vallecas se levanta como el más grande bastión de la resistencia ante un gobierno que, a juicio de ellos, busca destruir a la clase obrera de este país.
La visita del vecino rico es el día más importante del futbol vallecano. La gente lo sabía y apenas salir del metro Portazgo, a los pies del Campo de Vallecas, se nota el ambiente de un clásico. La Avenida de la Albufera, bañada en luces azules de las torretas de los vehículos policiales, desborda pasión, una noche importante esta por llegar. Al entrar al campo la cabecera sur, la única del estadio, ya luce llena media hora antes de arrancar el encuentro, cosa rara en España. Las otras dos tribunas se llenan momentos antes des silbatazo. La representación visitante en la tribuna es muy escasa, a diferencia de lo visto con Barcelona o Real Sociedad. Se palpa que no son bien recibidos los ultras blancos.
Las protestas silenciosas de los últimos encuentros quedan en el olvido, hoy no es una noche para distraerse con cosas ajenas al campo. Un gran tifo cubre la cabecera a la salida de los equipos. “Somos pobres con orgullo, con cojones como puños”. Toda una declaración de principios. El apoyo inicia desde el minuto uno y no cesará hasta ya finalizado en encuentro. Los goles en contra son duros golpes en el orgullo vallecano. Parece desfallecer el empuje de la grada. Encuentran fuerza ante la dificultad y vuelven con más fuerza.
Los cuatro minutos de locura que dejan ponen los dos goles para su equipo y acercan el marcador a 2-3, genera una explosión en las gradas. El “somos de Vallecas” resuena con más fuerza. La tribuna empuja a los suyos pero se estrella contra una muralla que parece derrumbarse y cuando lo hace, los postes salvan a los merengues del empate. A los jugadores la fuerza ya no les responde, a los aficionados tampoco, lo que mantiene a unos y otros en pie es el orgullo, el corazón, el saber que este es el mayor partido para su causa y que no se puede fallar.
El empate no llegó pero la tribuna aplaude a sus futbolistas. Se dejaron la piel sobre el césped, demostraron ser dignos de representar a esa raza que vallecana. Gente que no se rinde nunca ante la adversidad merece un equipo de futbol que nunca se rinda, ni ante el equipo más rico del mundo. Nunca bajar los brazos a pesar del 0-3 en contra.
Los últimos cantos de Los Bukaneros están dedicados a los mineros fallecidos en Asturias la semana pasada. La letra del Santa Bárbara Bendita queda retumbando en las paredes del pequeño campo de Vallecas. Un recuerdo para aquellos que sufren y luchan desde lo más bajo. Igual que la gente del barrio obrero de Vallecas.
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