Les dedicó sus goles, celebró los triunfos en el fondo donde se ubican e incluso llegó a compartir con ellos la grada del estadio Maurice Dufrasne donde imponen su ley. Steven Defour dejó huella en el Standard de Lieja y no fue un futbolista más para Ultras Inferno, el grupo que aglutina a los hinchas más radicales del club. Idolatrado hace solo unos años, el centrocampista sufría este domingo la ira de una hinchada que no le perdona la peor de las traiciones: defender ahora el escudo del Anderlecht, el eterno rival.
El reencuentro con la que fue su afición entre 2006 y 2011 resultó mucho peor de lo que esperaba el propio Defour. Cuatro años de su marcha volvía «a casa» pero vestido con los colores del Anderlecht, una imagen que los ultras del Standard jamás imaginaron que llegarían a ver porque, el mismo año de su adiós, le ayudaban a mantener el equilibrio en la grada mientras animaba junto a ellos al equipo. Por ello, prepararon el más humillante de los recibimientos a su antiguo jugador, que al saltar al césped junto a sus compañeros fue «saludado» con una enorme pancarta. Mostraba el dibujo de un hombre enmascarado que sostenía un sable ensangrentado en una mano y, en la otra, la cabeza del futbolista junto al mensaje «Rojo o muerto», en referencia a los colores del club.
Esa vergonzante imagen corrió como la pólvora por las redes sociales. El día después, las críticas a los ultras se sucedieron en Bélgica, país donde un Standard-Anderlecht es mucho más que un partido de fútbol. Es un choque de historia, de política, de cultura y de sociología. Una rivalidad donde, como el domingo, no es raro que se superen límites y líneas rojas.
El Standard busca a los culpables
La directiva del Standard expresaba su «condena firme» ante el gesto de los radicales y ahora los esfuerzos se centran en intentar «identificar a los responsables» para que sean sancionados. La ley del fútbol belga prevé multas de 250 a 5.000 euros ante este tipo de hechos, así como la prohibición de acudir a los estadios de tres meses a cinco años. Sanciones a las que se exponen los autores de la pancarta contra Defour.
La polémica, sin embargo, ha rebasado lo deportivo y el alcalde de Lieja, Willy Demeyer, ha anunciado que estudia presentar una denuncia contra los ultras por incitación al asesinato y al odio. «Voy a estudiar esa posibilidad. La libertad de expresión tiene límites», argumentaba.
Tras su paso por el fútbol portugués, Defour, que jugó durante cinco años en el Standard, regresó a Lieja como integrante del Anderlecht, máximo rival, en el encuentro de la vigésima tercera jornada de la liga belga. Un «clásico» en el que no se permiten concesiones. La rivalidad es ante todo una cuestión de supremacía en el fútbol nacional, aunque en los últimos años las conquistas del club de Bruselas han agrandado la brecha respecto a su eterno rival. Entre ambos se ha colado el Brujas, segundo equipo con más títulos, pero este duelo mantiene la chispa y ganar al eterno rival puede servir para salvar una temporada.
Pero, además de una lucha deportiva, cada cruce entre los dos clubes más populares del país expresa la competencia entre dos ciudades y dos mentalidades distintas. Lieja, la Ciudad Ardiente, es la primera urbe de Valonia, región de larga tradición industrial. De ahí la imagen sencilla y popular de sus habitantes. En contraste, Bruselas es conceptuada como la metrópoli rica, poderosa y burguesa.
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