La afición del Oviedo ha vivido tan de cerca el partido ante el Cádiz que hasta ha compartido algunos de los síntomas que sufren los futbolistas ante un partido como éste. Algunos oviedistas confesaban en los días previos que estaban deseando que pasara el partido, que ya no aguantaban más la tensión. Y es que tan de cerca sienten todo lo que significa el Oviedo que arribar por fin al puerto del fútbol profesional se convierte en un asunto mayor.
Les tocará sufrir una semana más y ayer en el Carlos Tartiere hubo momentos en los que se notó la angustia. La afición llegó puntual. Ellos tenían que jugar su propio partido y decidieron salir a tope, sin dejarse nada para más adelante, presionando en campo contrario desde el inicio. La llegada del autobús al campo fue un espectáculo de pirotecnia. Todo lo que rodeaba al campo era de un azul intenso. Era difícil encontrar a alguien sin una camiseta del Oviedo. Disciplinados, los oviedistas impusieron su juego desde el principio. Los jugadores no dejaron de sentir el aliento y la gasolina de una afición agradecida y entregada a sus ídolos.
El autobús llegó a las tres y media y en el interior Carlos Slim pudo ver cómo recibe el oviedismo a sus héroes. A partir de ahí tocaba empezar a situarse en el campo. Fue algo más de media hora de calentamiento, de ir preparándose para dejarse las gargantas por los suyos. Fue a las 16:10 horas cuando se dio el pistoletazo de salida. Empezaron los gritos y las banderas azules a hondear al viento. Hubo un intento de respuesta por parte de la fiel afición cadista acallado de inmediato por el Tartiere. Un minuto después sonó por primera vez el "Volveremos". Lo haría muchas más veces a lo largo del partido.
Pero quizás el pistoletazo de salida definitivo al partido que tenía que jugar la afición lo dio Esteban. El capitán salió al césped con los brazos hacia arriba y se acercó a la grada. Estaba lanzando un mensaje a todos los presentes: "Os necesitamos". Y el Tartiere lo comprendió. Vitoreó a todos los jugadores conforme entraban al campo a calentar. Eran las 16:22 y le tocó el turno a Aulestia. "Aulestia es del Oviedo", decía la masa enfervorecida. Él intentaba aislarse y lanzaba mensajes a los aficionados cadistas.
Los jugadores de los dos equipos se metieron al vestuario. Los primeros en salir de nuevo fueron los del Cádiz. Eran las 16:28 cuando se ecuchó una sonora pitada para la escuadra amarilla. "Apoyar a los tuyos y presionar al contrario". Otra táctica habitual en el partido de las aficiones. Pero la ovación que se llevó el Oviedo cuando salió al campo no fue nada habitual y a buen seguro que tocó de cerca el corazón de una plantilla que nunca olvidará un día como el que vivió ayer.
Hubo también apoyo mexicano y la aparición de Arturo Elías sumándose al resto del público supuso otro espaldarazo antes de que el colegiado señalara el inicio de la contienda. Y El abrazo del yerno de Slim con Esteban, otro.
Uno de los momentos señalados era el tifo de Symmachiarii. Llegó a las 16:42. Un pequeña obra de arte que habían llevado en secreto y que estaba repleta de simbología. Allí había algo tan asturiano como un castillete minero. En la imagen el pozo estaba en el Tartiere. Y los mineros no eran otros que Borja Valle, Linares, Esteban, Egea, Héctor Font, Susaeta, Cervero y Vila. Abajo se podía leer un mensaje inicial: "Tras los días de lucha y sacrificio". Y es que lo que venía a decir el tifo es que esos mineros eran los que iban a sacar al Oviedo del pozo de la Segunda B. Una metáfora de lo que esperan que suceda tras esta eliminatoria que fue desvelada cuando salió el símbolo de Symmachiarii por encima del castillete: "Llegó la hora de salir del pozo", se podía leer ahora donde antes se hablaba de los días de lucha y sacrificio.
Y para el resto del público que ayer llenó hasta la bandera el Tartiere también había algo preparado. Fueron las cartulinas de LA NUEVA ESPAÑA que los aficionados tenían en sus asientos. Un precioso mosaico con las letras "Real Oviedo" que puso un nudo en el estómago a todos los que se encontraban allí.
Estaba todo listo para que el colegiado diera el pistoletazo de salida. Un pitido al que esperaron los aficionados gritando con todas sus fuerzas "Hala Oviedo adelante". Nuevo aplauso a Aulestia cuando ocupó su portería y comenzó a rodar el balón.
Mirar a la grada del municipal era ver un montón de gestos constreñidos por la tensión, de rostros desencajados por los nervios. Y es que el Oviedo está lejos de ser un pasatiempo o un hobby. Ver al equipo en Segunda es casi una obsesión para la hinchada azul.
Pasaron unos diez minutos para el primer acercamiento del Oviedo y la afición, que lo esperaba, la celebró. Otro de los cometidos que tenía ayer la grada era el de presionar al árbitro y lo cumplió. Cada saque de banda, cada falta, cada acción desfavorable para los azules era protestada con energía.
El juego no ayudó a la afición a mantener la intensidad. El Cádiz se mostró seguro en la primera mitad y la tensión aumentaba. Una ocasión de Borja Valle en el minuto 43 resucitó a un Oviedo que aprovechó el córner para llamar al destino: "Ahora Oviedo ahora", gritaban. Pero todo fue un preludio para el golpe seco que supuso el tanto del Cádiz justo antes del descanso. Un mazazo en toda regla que provocó la algarabía en la zona de la afición del Cádiz. Vino bien el intermedio para recuperarse.
Algunos fantasmas recorrieron el Tartiere en el segundo periodo. Y todos ellos fueron espantados por un ídolo que ayer agigantó su leyenda. Si celebrada fue la entrada de Cervero en el campo es difícil de explicar lo que fue el Tartiere cuando marcó el tanto del empate. Y es que ese cabezazo lo empujaron 30.000 almas.
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