Llegaron desde Madrid en un microbús alquilado, se pasearon a sus anchas por Oviedo durante horas, se hicieron fotos con el brazo en alto, bebieron cervezas y sidra a placer, “incluso delante de la comisaría de la policía local”, según relatan testigos. Ya, al caer la tarde, con todos sus músculos enfundados en sus camisetas oscuras y sus insignias de inspiración nazi, comenzaron el ascenso al Carlos Tartiere, el estadio del equipo carbayón, donde a las 20.00 estaba previsto el encuentro amistoso entre el Real Oviedo y el Atlético de Madrid.
“Les iban buscando y, subiendo la cuesta del estadio, les envolvieron por detrás y se lanzaron a por ellos”, aseguraba uno de los seguidores del equipo asturiano. En cuestión de segundos unos 80 ultras se enzarzaban en una reyerta multitudinaria entre unos 20 seguidores del equipo rojiblanco y otros 60 del equipo azul, conocidos como Symmachiarii. La pelea —“¡Cuchillos no! ¡Solo puños!”, gritaban— recordaba a la reyerta del Manzanares entre ultras del Frente Atlético y de Riazor blues en la que fue asesinado a palos el gallego Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, cuya muerte obligó a las máximas autoridades deportivas españolas a desarrollar toda una batería de medidas para erradicar a los violentos del fútbol. Pero el martes volvieron a hacer acto de presencia. Esta vez en la ciudad asturiana.
Horas después de la trifulca, que dejó un herido leve (en la cara) y una persona atendida con un ataque de ansiedad, las redes sociales difundían vídeos y fotos de los protagonistas. Y ahí estaba él, el Ratilla, el líder de los conocidos como Suburbios Firm, una facción del Frente Atlético —con miembros de entre 20 y 35 años— que fue expulsada hace dos por sus simpatías y afinidades con los Ultras Sur del Real Madrid.
La ideología —de ultraderecha— pudo más que los colores. Y del mismo modo que El Niño fue colchonero antes de convertirse en líder de los hinchas merengues, este martes se subían juntitos a un autobús en la capital unos 20 ultras de ambos equipos madrileños para, supuestamente, acudir a un encuentro amistoso en Oviedo.
La policía intervino a las 20.05 en una de las rampas de acceso al estadio. Identificó a 53 personas implicadas en la reyerta. Un total de 15 fueron propuestos para sanción, solo dos de ellas del equipo local. Horas más tarde, varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía interceptaban en León al microbús en el que viajaban los ultras madrileños.
Como ocurrió ya en su día, el partido se jugó (0-2) y después vinieron las preguntas: ¿Nadie sabía que venían? ¿Por qué no hizo nada la policía?
Socios del Real Oviedo negaron que hubiese ningún tipo de cita para pegarse entre ambos grupos. Responsables policiales aseguraron que “la única manera de controlar a esta gente es por la venta de entradas y no siempre es posible porque, por el momento, no son nominales —lo que ayudaría mucho— y además las redes sociales permiten establecer quedadas sin dejar rastro”. Y también de nuevo, las versiones sobre las alertas generadas por la presencia de los ultras en la ciudad son contradictorias, fuentes policiales niegan haber sido advertidas y miembros del equipo local aseguran haber llamado a los responsables de seguridad.
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