El periodista Alejandro Fabbri acaba de publicar “Historias negras del fútbol argentino”, libro en donde reseña los principales hechos de violencia, corrupción y negociados ocurridos en este deporte desde principios del siglo XX, cuando aun no había comenzado el profesionalismo, hasta la finalización de la década del ’60.
El libro será presentado mañana, martes 1, a las 19:00, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines, avenida Belgrano 1732, ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La publicación de 219 páginas editada por Capital Intelectual forma parte de la colección Pasión Celeste y Blanca, que dirige el periodista Ezequiel Fernández Moores, circula a través de los kioscos de diarios y revistas de todo el país.
“Al investigar entre diarios viejos, revistas de época, apuntes y fascículos guardados por años, la historia del fútbol argentino nos enseña que si se trata de corrupción, de inmoralidad y de actuaciones para la sospecha, nadie está habilitado para tirar la primera piedra, ningún club queda inmune luego de las equívocas situaciones que se han sucedido a lo largo de casi un siglo”, remarca Fabbri en la introducción de su libro.
A lo largo de los diez capítulos, el autor recopila historias sobre soborno, incentivación, corrupción, connivencia de dirigentes con el poder político, ataques a futbolistas y árbitros, suspensión de partidos y hechos de violencia en las tribunas y adyacencias a los estadios, a través de la crónica de publicaciones de la época, mucha de las cuales, cambiándole el nombre de los protagonistas, podrían haber sido escritas apenas unos días atrás.
Un claro ejemplo es la nota del diario Clarín del 28 de noviembre de 1955 a raíz de los reiterados episodios de violencia en los estadios: “El mal es grave y requiere medidas enérgicas de las que nadie puede desentenderse porque a todos alcanza la responsabilidad y, por ende, a todos debe abarcar la preocupación por encontrar remedio a la situación. Dirigentes de clubes y dirigentes de la AFA, autoridades policiales y futbolistas deben resolverse a la decisión firme, más aun, inquebrantable, de encontrar la dignidad del pueblo argentino y que amenaza con destruir la cultura deportiva que creíamos lograda”.
Aunque en el período abarcado por el libro no aparece con claridad el fenómeno de las barras bravas, como organizaciones violentas y cuasi mafiosas que hacen “negocios” de todo tipo a partir del fútbol, hubo muchos episodios de hinchas enfurecidos que, por ejemplo, en ocltubre de 1946 estuvieron a punto de linchar al árbitro Osvaldo Cossio, en Rosario.
El periodista Alberto Murphy reseñaba el fallido escape de Cossio de la siguiente manera: “A su alrededor imperaba el caos. El gas lacrimógeno lanzado por la Policía le hacia sombra al sol. Sentía gusto a sal y sangre. Un fuerte dolor de cabeza, como un pinchazo, no daba tregua. Su ropa, desgarrada, se tiñó de rojo: su ceja goteaba sangre. Con la poca fuerza que le quedaba, se lanzó desesperado sobre un auto que pasaba a su lado. Era su oportunidad de escapar. Se trepó al capot, pero el vehículo se detuvo y cayó al piso. Hinchas con palos y piedras lo rodearon. Se hundió en un remolino de brutales golpes y puntapiés. Por unos segundos perdió el conocimiento. Un hincha le sacó el cinturón y lo ató a la rama de un árbol. Unos gritos lo volvieron en sí. ¡A colgarlo, a colgarlo!”.
La publicación de 219 páginas editada por Capital Intelectual forma parte de la colección Pasión Celeste y Blanca, que dirige el periodista Ezequiel Fernández Moores, circula a través de los kioscos de diarios y revistas de todo el país.
“Al investigar entre diarios viejos, revistas de época, apuntes y fascículos guardados por años, la historia del fútbol argentino nos enseña que si se trata de corrupción, de inmoralidad y de actuaciones para la sospecha, nadie está habilitado para tirar la primera piedra, ningún club queda inmune luego de las equívocas situaciones que se han sucedido a lo largo de casi un siglo”, remarca Fabbri en la introducción de su libro.
A lo largo de los diez capítulos, el autor recopila historias sobre soborno, incentivación, corrupción, connivencia de dirigentes con el poder político, ataques a futbolistas y árbitros, suspensión de partidos y hechos de violencia en las tribunas y adyacencias a los estadios, a través de la crónica de publicaciones de la época, mucha de las cuales, cambiándole el nombre de los protagonistas, podrían haber sido escritas apenas unos días atrás.
Un claro ejemplo es la nota del diario Clarín del 28 de noviembre de 1955 a raíz de los reiterados episodios de violencia en los estadios: “El mal es grave y requiere medidas enérgicas de las que nadie puede desentenderse porque a todos alcanza la responsabilidad y, por ende, a todos debe abarcar la preocupación por encontrar remedio a la situación. Dirigentes de clubes y dirigentes de la AFA, autoridades policiales y futbolistas deben resolverse a la decisión firme, más aun, inquebrantable, de encontrar la dignidad del pueblo argentino y que amenaza con destruir la cultura deportiva que creíamos lograda”.
Aunque en el período abarcado por el libro no aparece con claridad el fenómeno de las barras bravas, como organizaciones violentas y cuasi mafiosas que hacen “negocios” de todo tipo a partir del fútbol, hubo muchos episodios de hinchas enfurecidos que, por ejemplo, en ocltubre de 1946 estuvieron a punto de linchar al árbitro Osvaldo Cossio, en Rosario.
El periodista Alberto Murphy reseñaba el fallido escape de Cossio de la siguiente manera: “A su alrededor imperaba el caos. El gas lacrimógeno lanzado por la Policía le hacia sombra al sol. Sentía gusto a sal y sangre. Un fuerte dolor de cabeza, como un pinchazo, no daba tregua. Su ropa, desgarrada, se tiñó de rojo: su ceja goteaba sangre. Con la poca fuerza que le quedaba, se lanzó desesperado sobre un auto que pasaba a su lado. Era su oportunidad de escapar. Se trepó al capot, pero el vehículo se detuvo y cayó al piso. Hinchas con palos y piedras lo rodearon. Se hundió en un remolino de brutales golpes y puntapiés. Por unos segundos perdió el conocimiento. Un hincha le sacó el cinturón y lo ató a la rama de un árbol. Unos gritos lo volvieron en sí. ¡A colgarlo, a colgarlo!”.
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