Estaba cantado. Después de la bulla que se montó en la avenida de Suecia, cualquier cosa podía ocurrir al día siguiente en Paterna. Tras el encuentro se dieron cita en la calle varios cientos de seguidores. Una mezcla de aficionados anónimos, de gente de la Curva Nord y de miembros de Yomus se quedaron con las ganas de decir de cerca a sus jugadores lo que estaban sintiendo en esos momentos tras el 2-5.
Un día después los Yomus lo tuvieron claro. Había que ir a la ciudad deportiva de Paterna. Allí les sería más fácil seguramente 'cantar las cuarenta' a unos jugadores que se supone que son plenamente responsables, como profesionales, de lo mal que lo están haciendo. No fueron muchos, unos treinta, pero ya se sabe que con este grupo hay que tener siempre sus medidas de precaución. Y cuantas más, mejor.
El Valencia ya tiene experiencia en eso. De ahí que desde primera hora de la mañana había aumentado el número de efectivos de su seguridad privada. Si habitualmente hay uno que se encarga de controlar a los aficionados que ocupan zonas restringidas, ayer eran cinco.
Casi a las once menos cuarto aparecieron. Irrumpieron en la ciudad deportiva haciendo uso de un supuesto derecho. La mayoría protegía su identidad con gorras, bufandas y capuchas, lo que provocaba todavía mayor inquietud. Accedieron a la zona de paso que va desde el aparcamiento interior hasta la valla exterior. El primer intento de los efectivos de seguridad de hacerles retroceder no logró nada. Entraron a las bravas, cosa que al resto de aficionados se les prohibe.
De inmediato aparecieron diversos responsables del club, entre ellos Jordi Bruixola, director de Relaciones Externas. Fue Bruixola uno de los que dialogó con ellos. ¿Qué querían? Hablar con los jugadores, ya fuera directamente o a través de los capitanes de la plantilla. El entrenamiento estaba planificado para las 11.30 horas y Pellegrino aprovechó los minutos anteriores para despedirse de los futbolistas. No había tiempo para estas explicaciones particulares que curiosamente otras veces sí se han producido.
El diálogo con los ultras debió surtir efecto, puesto que a los pocos instantes decidieron salir a la zona exterior del parking. Eso sí, antes demostraron su agresivo talante cuando varios se acercaron y se encararon con fotógrafos y cámaras que estaban trabajando. Parecía que el asunto se podía liar, pero la voz de uno de sus cabecillas les hizo retroceder de inmediato.
Mathieu, con su habitual 'fuera de cobertura', pasó como si nada junto a los Yomus. El francés ni sabría quiénes eran ni qué querían y estos optaron por ignorarle. No pasó lo mismo con Pellegrino.
Aplausos a Pellegrino
El técnico argentino debió alucinar con este colectivo. Cuando entraba en la sala de prensa, un Yomus le soltó: «¡Vete a tu casa!» en un tono de claro reproche. En cambio, a los pocos segundos el grupo prorrumpió en aplausos al argentino, soltando improperios hacia los jugadores. Después se escucharía desde el aparcamiento: «¡Jugadores mercenarios!», cántico que ya se oyó el sábado.
Habían llegado ya cinco efectivos de la Policía Nacional y una patrulla de la Local. La gente del club siguió hablando con los Yomus. Como el entrenamiento era a puerta cerrada, el contacto con los futbolista fue mínimo. Y como estos tardaron en abandonar la Ciudad Deportiva en sus coches, la cosa acabó perdiendo gas.
Aun así, Soldado ofrecía su particular punto de vista. En su opinión, lo de hablar con los Yomus podría ser considerado hasta normal. «El aficionado es libre de expresarse de la manera que quiera. En otras ocasiones ya hemos hablado con ellos (los Yomus). No sé por qué se ha tomado la decisión (de no dejarlos entrar). Quien crea oportuno parará». Él paró. Ya no quedaban muchos, pero estuvo charlando unos minutos con ellos para tratar de calmar los ánimos.
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