No pudo ser. La gran temporada del Real Madrid en la máxima competición europea no pudo verse refrendada con esa ansiada novena Euroliga, ésa con la que también soñaban los 1.500 aficionados blancos que este pasado fin de semana se desplazaron a Londres para apoyar a su equipo. Y no era una aventura fácil. Las actuales circunstancias económicas, los precios de las localidades del O2 Arena (oficialmente desde 130 euros hasta los 650) y el coste de vida en la capital británica complicaban todo demasiado como para que el Madrid se viera arropado por buena parte de su incondicional afición. Aún así, los que viajaron hasta Londres se dejaron notar.
Algunos de ellos se mostraban muy confiados antes del inicio del partido. “Ésta va a ser la definitiva, la ‘Novena’ se consigue aquí”, comentaban para El Confidencial unos aficionados llegados desde Cáceres y Murcia. A ellos les había salido el fin de semana por algo más de 700 euros, entre las entradas, el alojamiento y el vuelo, pero estaban encantados con vivir una experiencia como ésta. “Merece la pena. Vivir una Final Four y con el Madrid es la leche”, justificaban. Otro grupo llegado desde la capital de España nos comentaban que llevaban desde el jueves. “Pedimos el día libre en el trabajo para estar en la semifinal con el Barça, y fue increíble. Esperamos repetir hoy (por ayer)”, nos explicaban al mismo tiempo que añadían “¿muy caro? Quizá sí, pero esto es como todo, cuando tienes una afición como ésta, lo pagas a gusto”.
La final, que bien podríamos llamar ‘de la crisis’, teniendo en cuenta la actual coyuntura económica de los dos países protagonistas en la final, fue un auténtico espectáculo en la grada. Lo de los griegos con el baloncesto es otra película. Enloquecen cuando su equipo salta a la pista y no paran ni un instante de alentar a los suyos. Más de 3.000 hinchas de Olympiacos tomaban el protagonismo sobre las gradas del O2 mucho antes de iniciarse la final. Para ellos tampoco importaba el elevado coste que había supuesto el fin de semana. “It’s our live” (“Es nuestra vida”), nos decían algunos aficionados en referencia a su devoción por el equipo de El Pireo.
Ante este panorama, los madridistas no lo tenían fácil. Debían luchar contra casi el doble de simpatizantes de Olympiacos. Y lo consiguieron. En ese primer cuarto apoteósico de los de Pablo Laso, la peña Berserkers contagió al resto de hinchas merengues para entonar todo tipo de cánticos de ánimo al equipo. Las cosas marchaban de miedo, nadie daba crédito a la exhibición blanca. Ahí no importaba el desembolso de estos días, daba igual, el Madrid podía proclamarse 18 años después campeón de Europa.
Pero todo se torció. El equipo de Pablo Laso se derrumbó a partir del segundo cuarto y terminó por hacerse añicos en el tercero y en el último período. Aquí cabe la pregunta para esos aficionados que tan emocionados se encontraban al inicio del duelo sobre si merece la pena tanto esfuerzo como para cruelmente quedarse en la orilla del éxito. Quizá sí. Para ellos iba el mensaje que les lanzaba Carlos Suárez ya en el vestuario. “Volveremos otra vez, que no tengan duda”. Y quizá sea ésa la idea con la que esos 1.500 valientes (y todos los cientos de miles que lo siguieron por televisión) se acostaron anoche, pensando en que su Madrid regresará a una cita como ésta más pronto que tarde.
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