La afición malaguista desplazada hasta Oporto tuvo un comportamiento ejemplar a lo largo de toda su estancia en tierras lusas. Sin embargo, no pueden decir lo mismo los aficionados del trato recibido en la ciudad portuguesa por las medidas de seguridad. Las críticas hacia la seguridad del estadio han sido numerosas desde que terminase el duelo en Do Dragao. Y es que un buen número de aficionados entraron ya con el encuentro comenzado hasta 20 minutos por la lentitud y pasividad a la hora de movilizar a la masa malaguista.
Los aficionados desplazados en autocar hasta el estadio fueron cambiados de sus propios autocares a otros portugueses en el centro de la ciudad generando todo un caos y retrasando la llegada al estadio. Otro grupo se marchó en metro, acompañado por un reducido número de policías. Casi un centenar de ellos entró en un solo vagón del metro con auténtica sensación de agobio.
Una vez ya en el estadio, las medidas de seguridad no facilitaron la entrada al estadio y generaron momentos de mucha tensión. «No somos sardinas, somo boquerones», era uno de los gritos más utilizados. Y es que hasta cuatro controles separaban las afueras del estadio del acceso total al recinto.
Exhaustivo cacheo, control de la documentación y el paso por los tornos, además de un importante grupo de antidisturbios portugueses eran los escollos a superar.
Al término del partido, ningún malaguista abandonó el estadio hasta más de media hora después. Pero la afición blanquiazul aprovechó para disfrutar de una cita histórica. Con cánticos y al ritmo de la música que amenizaba la espera disfrutaron de sus últimos minutos en Oporto y se marcharon del estadio con una leve sonrisa. Muchos regresaron ayer a media mañana, cansados, pero con la esperanza de volver a viajar en cuartos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario