Hace un año reventaron las costuras sobre medidas de seguridad y prevención de fenómenos violentos en el fútbol español. La reyerta entre Frente Atlético y Riazor Blues, con el asesinato de Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, conmovió los cimientos de un sistema vulnerable a la exhibición del hooliganismo. En el Manzanares se cometió un asesinato sin culpables. Doce meses después, policías y jueces han sido incapaces de desentrañar este suceso. El juicio previsto para la semana pasada, en el que iban a declarar tres menores, ha sido aplazado debido a que el abogado de uno de los chicos presentó un recurso. Un proceso carente de fecha de resolución.El asesinato del hincha del Depor obligó al Gobierno y a la Liga a reaccionar, con la aprobación de normas más eficaces en el control e identificación de los violentos. Se agilizó la redacción de libros de registros de aficionados, se implantaron lectores de reconocimiento digital y facial en las puertas de los estadios, se persiguieron los cánticos ofensivos y se controló la venta de entradas. A los clubes se les prohibió acoger en sus dependencias a peñas ultras y ayudarles en la financiación de viajes.
En un informe de la Comisión estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte en el curso 2014-15 se sostiene que los desplazamientos de los grupos de riesgo descendieron un 50% en la segunda vuelta de la Liga de Primera. Una disminución que arranca desde la impactante pelea en las cercanías del estadio Vicente Calderón. Según ese estudio, de 12.340 movimientos se pasó a 5.508. En Segunda, la bajada fue inferior: de 3.136 a 2.890. «Los grupos ultras en el fútbol están a la baja, en decadencia». Así se expresa un alto mando policial de Madrid. «Cada vez son menos los fanáticos que integran estos grupos, ya que cada día están más controlados. La muerte del hincha del Deportivo supuso un punto de inflexión en este fenómeno. Los radicales están ahora muy localizados», agrega. Esa apreciación coincide con el mensaje transmitido desde el observatorio de la Comisión Antiviolencia, que asegura que en Primera se redujo la presencia de seguidores de equipos locales potencialmente violentos: de 42.475 a 40.467.
En el cómputo global de la campaña 2014-15 respecto a la 2013-14 se produjo un descenso del 13,92%. Esta dinámica obedece a una mayor vigilancia y a un incremento del control policial. En la pasada campaña, teniendo en cuenta todas las competiciones nacionales e internacionales en España, se produjeron 99 detenciones, 32 más que en la 2013-14. En la misma línea se incrementó la catalogación de partidos de alto riesgo: de 55 a 83. El baremo de alerta ascendió.
Con menos altercados, decreció el número de expulsados de los estadios, de 538 se pasó a 526. La Policía dispone de un archivo con datos personales de al menos 7.000 hinchas violentos en toda España. «Yo diría que casi 3.000, cerca de la mitad, ya no están entrando a los campos y de esa cantidad casi 500 están considerados como radicales de alto riesgo», apunta el experto en violencia en el deporte. «Disponemos de información de los lugares donde se reúnen y se rastrean las redes sociales. Ellos creen que sus mensajes son encriptados pero siempre llegamos a ellos. Durante la semana no tienen casi relación y se comunican con nuevos sistemas».
Cada Jefatura Superior de Policía cuenta con varios grupos especializados en violencia en el deporte en sus respectivas Brigadas de Información. «Muchos de los hinchas radicales se han ido precisamente por el acoso policial, aunque también tenemos que destacar que los clubes se han puestos las pilas y nos va a ayudar mucho las nuevas medidas de acceso y control a los estadios. Ahora ya no se pueden intercambiar los carnés entre ellos y sabemos si han entrado», dice el mando policial. A mayor cohesión entre fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia, menos disturbios. La temporada pasada disminuyó el número total de propuestas de sanción en un 10% respecto al curso 2013-14. También se redujo la promoción o participación en altercados, uso de artilugios pirotécnicos e introducción de bebidas alcohólicas en los estadios.
En uno de cada 70 partidos hubo incidentes, sin embargo, en el ejercicio anterior esta cuota subía a uno de cada 82. Según la Policía, otro elemento clave para acabar con la violencia ultra en el deporte es la despolitización de las facciones. «Está claro que hay líderes de ideologías extremas que mueven el grupo y que intentan movilizar al resto para que agredan no sólo a aficiones de equipos rivales, sino también por motivos racistas, xenófobos y políticos.
A estos líderes les gusta que los demás les teman, disfrutan creando pánico, creando miedo. La claves serían erradicar a estos descerebrados que se creen los cabecillas y que suelen tener una capacidad de liderazgo e influencia en el resto», agrega la fuente policial, satisfecho porque a raíz de la muerte de Jimmy se ha generado un saludable efecto de repulsión del fenómeno ultra.
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