Ser ultra en Italia no es algo extraño. El ‘amor’ radical por un club es algo habitual y que no llama excesivamente la atención al común ciudadano. El calcio se vive con pasión y muchos aficionados que vayan al campo pueden acabar convirtiéndose en ultras por la efervescencia habitual con la que se viven los partidos. No con ello se quiere decir que cualquiera puede ser violento, pero sí un seguidor acérrimo que pueda llegar al límite de tatuarse sus amores en la piel. Pero hay ocasiones en las que le movimiento ultra se puede convertir en un negocio, como ha sido el caso de Fabrizio Piscitelli, líder de los llamados Irriducibili de la Lazio, a quien se le han confiscado más de dos millones de euros en bienes por su relación con la droga.
Habrá varios aficionados del equipo celeste romano que no relacionen el nombre de Fabrizio Piscitelli con los ultras laziali, y mucho menos con los cárteles de la droga italianos. Pero puede que sí les suene el sobrenombre de Diabolik, como se hace llamar Piscitelli desde hace años. Ese apodo es conocido (y mucho) por los cuerpos de seguridad del Estado italiano, ya que lo estuvieron vigilando durante mucho tiempo (años) antes de detenerlo el pasado 24 de septiembre de 2013 por tráfico de drogas, además de haberlo también retenido previamente por otros actos criminales de menor calado.
Según informó este miércoles la Guardia di Finanza italiana, a Diabolik le fueron incautados, entre otras cosas, bienes inmuebles, automóviles de lujo y participaciones societarias por un valor total de unos 2’3 millones de euros obtenidos siendo el líder de una organización que traficaba con drogas, más concretamente hachís, que procedían de nuestro país, curiosamente. Ese negocio lo hizo ayudándose en Roma de su mujer y una de sus hijas, bajo las cuales estaban nominadas varias de sus propiedades.
Pero este negocio, por supuesto, tenía que estar relacionado con el fútbol. Uno de sus principales ingresos, más allá de las drogas, provenía de la venta de merchandising de su grupo ultra, los Irriducibili, que hacían referencia, indudablemente, a la Lazio, club cuyo escudo lleva en el brazo en tinta para toda la vida. Pines, camisetas, parches, sudaderas… Todo a la venta para ser adquirido a las puertas del Olímpico de Roma y, sobre todo, por internet. El grupo es reconocible en Italia por usar una imagen de ‘Mister Enrich’, un personaje de tebeos ingleses que vistieron con el celeste de la Lazio.
Su relación con el comercio de la droga tiene más de veinte años. En los años 1991 y 1992, Piscitelli mantuvo relaciones comerciales con el jefe de la camorra napolitana, Michele Senese, trasladado por entonces a Roma. Con éste y su hermano, Gennaro Senese, habían organizado una red de tráfico de heroína procedente de Turquía y hachís desde España. Es decir, que la unión entre parte de los ultras italianos con los negocios de la Mafia existe y es efectiva. Era difícil que los dos segmentos más preocupantes del país transalpino no estuvieran relacionados. No era posible que los ultras, con un poder tan tremendo en Italia como para ser capaces de parar un partido de fútbol por su voluntad, lo consiguieran sin la protección de la histórica Mafia.
El último episodio del poder de los aficionados radicales en el calcio se vivió en la mismísima final de la Coppa Italia entre Napoli y Fiorentina. Disputada en el Olímpico de Roma, en las horas previas al partido se habían producido altercados entre aficionados de la Roma y del Nápoles y un aficionado partenopeo había sido asesinado. El jefe de los ultras del Napoli, Gennaro di Tommaso, promovió ya en el estadio que el partido no se disputase y hasta las autoridades locales y el capitán napolitano, Marek Hamsik, tuvieron que hablar con él para lograr un acuerdo y comenzar el partido. Finalmente, el choque se jugó con retraso, una vez que Di Tommaso diera su consentimiento.
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