Ya son más de las 10 de la mañana en Río de Janeiro y el tráfico hace de las suyas como es habitual en el centro de esta metrópolis brasileña. Una lluvia cernida que no cesa desde hace dos días en el sur del país no ayuda a bajar los picos de estrés de una inmensa ciudad que nunca duerme.
Y mientras suenan las bocinas y el humo lucha por escalar a través de las diminutas gotas, la tranquilidad reina en el estacionamiento del sambódromo de Río de Janeiro. Generalmente es una plancha de concreto con capacidad para 800 vehículos que solo es utilizado a inicios de año en la época de carnaval, pero ayer era el centro no oficial de congregación de los aficionados argentinos que no encontraron hotel o que no les alcanza para pagar el sobreprecio de los mismos.
Las publicaciones de los medios brasileños que mostraban a los aficionados argentinos acampando al aire libre sobre la arena de Copacabana y frente al hotel de los oficiales más altos de la FIFA obligaron al gobierno de Río de Janeiro a buscar una opción más digna y que le diera más seguridad a los aficionados. Antes que iniciara la copa del mundo, el comité organizador de Brasil 2014 había vetado la iniciativa de las barras de los clubes Botafogo, Fluminense y Flamengo de organizar campamentos en algunos parques de la ciudad.
Luego tuvieron que repensar esa decisión y abrieron el estacionamiento del sambódromo para que entraran aficionados. ¿La condición? Contar con una tienda de campaña o un vehículo para protegerse de la intemperie. ¿Los beneficios? Es un lugar cerrado que cuenta con supervisión de la Policía Militar de Río de Janeiro y del Cuerpo de Bomberos durante las 24 horas. En el lugar fueron instaladas 25 duchas y 30 baños portátiles.
Además, la alcaldía permitió que las ventas de comidas –kioskos de concreto que están edificados como una franja en el costado sur del estacionamiento– que solo funcionan durante la época de carnaval, fueran abiertas en horas hábiles.
En un principio había argentinos, chilenos, uruguayos y colombianos, según el calendario del mundial. Pero a estas alturas de la copa del mundo, solo la hinchada albiceleste ha sobrevivido al igual que su selección, que el domingo peleará contra Alemania por el título.
Ayer no era el mejor día para visitar a los usuarios del campamento. La noche había sido larga, muy larga, eterna e inolvidable. Su selección dijo presente en una final después de 24 años de ausencia y había que celebrarlo. La mayoría lo vivió en el Fan Fest de Copacabana y otros en zonas más céntricas de bares como Lapa o Santa Teresa. De cualquier forma, la fiesta fue intensa y los pocos rayos de sol que lograban vencer a la leve lluvia los incomodaban.
El empleado argentino Matías Velsa resume en una frase cómo se vive en el improvisado campamento desde un banquito con guitarra en mano en las afueras de su tienda de campaña. “Acá se sobrevive como se pueda, como aguantemos”. “Estamos bien, el suelo es un poco duro, la ducha y el baño es un poco sucio porque no lo hemos aprendido a cuidar entre todos. Pero gana Argentina y comemos arroz. Y si me preguntas hoy es un poco peor porque hemos tomado mucho vino por la celebración”, cuenta Alejandro Herrera, que manejó con sus primos desde Córdoba.
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