Los problemas con la Justicia que arrastran varios líderes de primer nivel de la barra brava de River, como Matías Goñi, datan por lo menos desde 2006, pero por una razón u otra la suerte los acompaña. Para varios conocedores del tema, tal suerte es en verdad una firme protección desde el Poder Ejecutivo Nacional, que no hace más que confirmar la ya tan larga como indefendible relación entre el kirchnerismo y ese aberrante fenómeno delictivo aprovechado por la política patoteril que constituyen las barras bravas, un fenómeno que no podría subsistir ni crecer sin la complicidad del Gobierno, de las autoridades de la AFA y de muchos clubes de fútbol.
El caso de Goñi es ilustrativo. Él y otros cabecillas de Los Borrachos del Tablón se encuentran involucrados en la investigación de un presunto fraude con la reventa de entradas de fútbol que llevaba a cabo el fiscal José María Campagnoli cuando fue suspendido a instancias de la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó.
La pesquisa de Campagnoli también tenía puntos de contacto con otra investigación que encaraba algunas sospechosas transferencias de dinero atribuido al empresario kirchnerista Lázaro Báez. El peligro que estas y otras causas representaban para el kirchnerismo explica la desmedida y arbitraria decisión de Gils Carbó de promover un jury a Campagnoli con la intención de lograr su definitiva remoción.
En la causa de la reventa de entradas de fútbol hay escuchas telefónicas ordenadas por la Justicia de las que se desprendería que Goñi habría visitado la quinta de Olivos en marzo del año pasado y que habría retirado de allí dos banderas que debía exhibir en el estadio de River el 22 de ese mes durante el partido de la selección argentina con la de Venezuela. Aquella noche, en el estadio se vieron dos banderas que rezaban "Fuerza Cristina" y "Hasta la victoria siempre comandante Chávez".
En otra escucha, Goñi habría dicho que había estado "una hora y media en Balcarce 50" (la Casa de Gobierno), y agregaba: "Mientras esté Cristina Kirchner, me lo aseguraron, no me pasa nada, ni a mí, ni a Guillermo, ni a Martín", nombres de otros dos cabecillas de la barra brava de River.
En abril de 2012, los hinchas de ese club desplegaron un cartel enorme con la leyenda "Clarín miente". Cuando tuvo que declarar por una pelea entre dos bandas de la barra, Goñi afirmó ante el Tribunal Oral N° 15: "Guillermo Moreno es mi inmediato superior", aunque hoy niega tener vínculos con el ex secretario de Comercio Interior. En cambio, como informó la nacion, trabaja a sueldo en el sexto piso de la Secretaría de Comercio e Industria, adonde habría llegado gracias a la ministra del área, Débora Giorgi.
Son muchas e inadmisibles las relaciones del Gobierno con la barra brava de River, su fiel proveedora de hinchas que engrosaron la cantidad de concurrentes en actos oficiales, sin importar que sangre, muerte, delitos, violencia y matonismo suelen ser las consecuencias del proceder de estas auténticas asociaciones ilícitas.
En julio del año pasado, tras un brutal enfrentamiento entre facciones de la barra de Boca que arrojó dos muertos y decenas de heridos, algunos graves, quedó de manifiesto con crudeza la incapacidad o falta de voluntad del Estado nacional para garantizar la seguridad.
Como hemos visto, el Gobierno, incomprensiblemente, se ha encargado de conseguirles trabajo en el Estado a integrantes de la barra de River. Uno de ellos se desempeñaba en la Unidad de Información Financiera (UIF), que dirige el cuestionado José Sbattella. Al principio, el barra no pudo conservar su flamante puesto tras aparecer filmado mientras participaba en los disturbios de 2011. Pero, al pasar al olvido el escándalo, fue reincorporado.
Similar suerte correría Goñi en la Justicia. Mientras confía en su sobreseimiento, acumula elementos para denunciar a Campagnoli por persecución. Así, Goñi le hace un gran favor a la procuradora Gils Carbó, al aliarse de hecho con ella en su esfuerzo por ensuciar al fiscal que más comprometió a Báez con sus investigaciones.
A diferencia de lo que ocurre con nuestro gobierno, el de Brasil sí se preocupa por el posible papel de los barras argentinos durante el Mundial y envió a un grupo de funcionarios de Seguridad Deportiva a Buenos Aires a estudiar el problema.
Tienen razón para preocuparse en Brasil. La alianza del Gobierno con los barras es firme y data de hace tiempo. Hinchadas Unidas Argentinas, grupo que reunió a muchas barras del país, contó con el apoyo del kirchnerismo y viajó al Mundial de Sudáfrica en 2010, donde ocasionó desmanes. Dos años después, la Presidenta reivindicó en un discurso a los barras. "En la cancha, colgado del paraavalanchas y con la bandera, nunca mirando el partido, porque no miran el partido, arengan, arengan y arengan; la verdad, mi respeto para todos ellos", dijo sin avergonzarse.
Es evidente que no se trata sólo de respeto o admiración. Forzosamente hay algo más que un grotesco sentimentalismo en la estrechísima relación del Gobierno con matones y cuasi matones. Su innegable empleo en la política trasluciría la concepción que el oficialismo tiene del ejercicio político: prepotencia, patoterismo e impunidad.
En este contexto, las versiones sobre un resurgimiento de Hinchadas Unidas Argentinas y la falta de información sobre qué medidas adoptarán las autoridades para que los barras argentinos no empañen el Mundial son muy preocupantes.
Cabe esperar, en cambio, que la flamante conducción que asumió en River ayude a erradicar, en forma veloz y sin concesiones, a la barra brava que se ha convertido en una lacra para esa institución..
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