En el fútbol moderno, en el que el negocio se impone al deporte, los gestos solidarios de estrellas del balón como Cristiano Ronaldo o Leo Messi siempre son aplaudidos por los aficionados y recogidos por los medios de comunicación. No tan reconocibles para el gran público como el delantero del Real Madrid o el goleador del Barcelona, futbolistas más modestos también muestran su cara más humana con iniciativas igual de loables aunque sin tanta repercusión como las que ejecutan ídolos de la talla del portugués o el argentino. Una de ellas la protagonizada en la última jornada de la Bundesliga el tunecino Anis Ben-Hatira.El centrocampista del Hertha Berlín tenía un maravilloso detalle con Jannik, un niño de 8 años que lucha contra el cáncer y que el sábado vivía uno de los días más felices de su vida gracias a su «ídolo».
Desde que conociera la lucha diaria que mantiene contra la leucemia, Ben-Hatira se ha implicado en el caso de Jannik, el jovencísimo aficionado del Hertha con el que ha entablado una bonita amistad. Durante este tiempo, le ha visitado varias ocasiones en el hospital y ha publicado en las redes sociales sus fotografías junto al niño. Horas de conversación en las que el fútbol, evidentemente, centraba el debate y provocaba promesas. El centrocampista se había comprometido con el pequeño a dedicarle y a celebrar de una manera muy especial el primer gol que marcara. El sábado le invitaba al estadio y podía cumplir su deseo de dar una grandísima alegría a su joven y enfermo amigo.
La careta de Spiderman
Después de marcar e inaugurar el marcador ante el Schalke, partido que terminaría en tablas (2-2), Ben-Hatira corría como un poseso hacia el banquillo, donde le entregaban una máscara. Después, enfilaba una de las tribunas y buscaba con la mirada hasta encontrar al pequeño Jannik, que celebraba alborotado en su asiento el tanto firmado por su héroe futbolístico. Pero lo mejor estaba por llegar. El centrocampista, nacido en Berlín pero internacional con Túnez, sacaba una careta de Spiderman y se cubría la cara mientras señalaba al pequeño. Ante el asombro y la perplejidad de la hinchada del Hertha, el pequeño entendía rápidamente el sentido de aquella extraña celebración y esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.
Al verle así disfrazado, Jannik recordaba rápidamente que, en sus conversaciones con Ben-Hatira, el futbolista siempre le decía que marcar goles no era de héroes, que los verdaderos héroes son las personas y los niños que, como él, luchan a diario contra la enfermedad. El sábado elegía esa peculiar forma para volver a decir a su amigo que le considera un «superhéroe».
El árbitro cumplía con el reglamente y le mostraba la tarjeta amarilla, la amonestación más «intrascendente» de su vida porque lo importante era haber cumplido el pacto al que ambos habían llegado semanas antes. El jugador había prometido a Jannick que si luchaba contra su enfermedad después de recibir el primer ciclo de quimioterapia, se pondría sobre el césped la máscara de Spiderman, el superhéroe favorito del pequeño.
Esa celebración tan especial, sin embargo, no era la última alegría para el niño. Al término del partido ante el Schalke, el centrocampista acudía a buscar al pequeño y le hacía acompañarle hasta el césped para prolongar la celebración con el resto de la hinchada del Hertha. Los aplausos y la ovación de los aficionados fueron el colofón a un día muy especial en la vida de Jannik y Anis Ben-Hatira. Dos amigos, dos superhéroes.
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