En plena agitación social y en medio de una crisis política sin precedentes por la ola de corrupción arranca en Chile una nueva edición de la Copa América, el torneo de selecciones más antiguo del mundo. El fútbol siempre ha sido un antídoto contra las revueltas sociales y el Gobierno de centroizquierda de Michelle Bachelet espera que la presencia en el país de varias estrellas del firmamento futbolístico, con Messi como maestro de ceremonias, difumine la grave crisis política e institucional por la que transita el país desde principios de año.
Las estrellas latinoamericanas concentradas en Chile con sus selecciones convivirán hasta el 4 de julio con las protestas de estudiantes, profesores y trabajadores del transporte público, entre otros sectores. Si el martes les sorprendía a los jugadores una huelga del transporte en Santiago; el miércoles han sido los estudiantes los que han tomado la capital chilena, Valparaíso y otras ciudades para reclamar por enésima vez la gratuidad de la educación pública. Más de 200.000 estudiantes, según las organizaciones convocantes, han secundado el llamamiento a una protesta que ha contado con el apoyo de los sindicatos de profesores, en huelga indefinida desde hace una semana.
Los líderes estudiantiles aprovecharán la presencia de los Messi, Neymar, Alexis Sánchez y compañía para que su mensaje reivindicativo tenga un mayor impacto mediático. La Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) y el resto de organizaciones estudiantiles acordaron impulsar acciones en ese sentido. "Tenemos un partido importante como estudiantes y como movimiento y no nos vamos a dejar derrotar por esto. Queremos aprovechar la fuerza y la garra de la selección", ha declarado Nicolás Fernández, de la Universidad Diego Portales. Entre las medidas que barajan los estudiantes figura un posible encuentro con el entrenador de Chile, Jorge Sampaoli, o con algunas de las figuras del equipo. Para Valentina Saavedra, dirigente de la Confech: "La Copa América puede ser un escenario complejo para la visibilidad del movimiento estudiantil y por eso queremos aprovecharlo de manera amigable".
Las primeras protestas llegaron a las puertas de la concentración de la selección chilena. Más de cien maestros hicieron sonar las clásicas 'vuvuzelas' para dejar patente sus reivindicaciones educativas ante la reforma que prepara Bachelet. "Sánchez y Vidal nos tienen que ayudar", gritaban los maestros, ataviados con camisetas de la selección y ante la atenta mirada de los carabineros. "Vinimos disfrazados de hinchas para que los carabineros no nos detuvieran", confesaron a la prensa local.
Escándalos de corrupción
A la mandataria chilena, por cierto, le vendría de perlas un triunfo deportivo de la Roja en el momento más bajo de su popularidad por los escándalos de corrupción que han afectado a su hijo, Sebastián Dávalos, y a varios ministros de su gabinete. La mala racha de Bachelet comenzó en febrero, cuando la prensa reveló que Dávalos y su mujer, Natalia Compagnon, se habían embolsado cuatro millones de dólares tras una sospechosa compraventa de terrenos y después de recibir un préstamo millonario por parte de un empresario muy próximo al Palacio de La Moneda.
El denominado 'caso Caval' fue minimizado por Bachelet con la esperanza de que su impacto se desvaneciera en pleno verano austral. Pero lejos de diluirse, el escándalo fue en aumento y Dávalos tuvo que dimitir como responsable del área sociocultural de Presidencia. Al mismo tiempo, se reactivaba el 'caso Penta', otra trama de corrupción que afecta a dirigentes de la oposición conservadora y a algunos oficialistas. Bachelet no ha tenido descanso desde entonces. Hace un mes sacrificaba a su delfín político, Rodrigo Peñailillo, por su presunta implicación en otro turbio caso de mala praxis en el ejercicio de cargo público. Y esta misma semana caía Jorge Insunza, un ministro nombrado hace apenas un mes.
Chile, modelo de transparencia institucional durante décadas, descubría así que la corrupción anidaba en la trastienda del Estado y que las relaciones entre políticos y empresarios no eran tan puras como parecían. Mientras Bachelet lidia con la presión social y política y trata de esquivar la ola de marchas y el tsunami de la corrupción, los chilenos esperan al menos celebrar el primer triunfo de la Roja en una Copa América.
Si Argentina cuenta con la mejor delantera del campeonato (Messi, Higuaín, Agüero y Tévez), Chile se aferra también a sus estrellas 'europeas', con Alexis Sánchez, Vidal y Bravo al frente. Para el país anfitrión será la séptima vez que organice un torneo que todavía no ha logrado ganar (dudoso honor que comparte sólo con Venezuela y Ecuador).
Chile debuta mañana frente a Ecuador en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, un campo de fútbol emblemático para la selección pero también icono de la época del terror instaurada durante la dictadura de Augusto Pinochet. El Nacional fue convertido temporalmente en un centro de detención y torturas y allí murieron decenas de presos políticos. "Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro", reza un cartel a la entrada del campo de juego para mantener vivo el recuerdo de esa etapa negra de Chile.
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