lunes, 13 de junio de 2016

El explosivo cóctel de ultras rusos, ingleses y franceses resucita el fenómeno hooligan

Regreso al pasado. Apenas han transcurrido 72 horas desde el inicio de la Eurocopa y Francia está reviviendo con preocupante similitud alguno de los peores y más tristes sucesos experimentados por el deporte rey en los años 80 y fines de los 90. No en vano, desde que la UEFA amenazara con excluir a Inglaterra de la Euro 2000 tras arrasar literalmente sus ‘hooligans’ el centro de Charleroi (batallaron durante un par de días sin tregua con seguidores germanos), el máximo organismo del fútbol continental no había tenido que sacar a pasear el látigo para poner firme a una federación (en esta ocasión a dos, la inglesa y la rusa) por causa de la vergonzante actitud de sus aficionados. 
Lo que a priori se presentaba en los prolegómenos del torneo galo como un problema menor, habida cuenta de que la amenaza terrorista islámica fagocitaba cualquier otro asunto susceptible de poner en jaque a las autoridades y, por ende, al Comité Organizador del campeonato, se ha abierto hueco hasta colocarse en el punto más elevado de la pirámide del mal con el estilo más puramente reconocible del movimiento hooligan: peleas callejeras multitudinarias, destrozo de todo lo que encuentran a su paso (bares, tiendas, vehículos, semáforos, farolas…), lanzamiento de botellas y objetos contundentes a las fuerzas de seguridad o enfrentamientos a quemarropa en las gradas de los estadios. 
[La UEFA amenaza a Rusia e Inglaterra con la expulsión de la Eurocopa]
El desaliento y el miedo vivido por la nación tricolor en las horas previas al arranque de la competición se ha transformado en estupor, primero, e indignación después ante unos gravísimos altercados que, creían, habían quedado desterrados en los albores de la presente centuria. Muchos de ellos creyeron incluso hallarse atrapados en un malévolo ‘día de la marmota’ que les devolvió de buenas a primeras a 1998, a aquellos dramáticos momentos vividos durante la Copa del Mundo en Lens, Lyon, Saint Etienne y la propia Marsella a causa de los desmesurados ejercicios de músculo por parte de los seguidores radicales ingleses, alemanes y tunecinos. 
La pregunta que a estas horas se sigue haciendo buena parte de los moradores de estas tierras es la de cómo los hooligans han podido volver a sus viejos usos y costumbres con semejante grado de vandalismo si el país vecino se encontraba en máxima alerta y 100.000 efectivos están velando por su seguridad. La respuesta, según algunos analistas especializados en materia de seguridad ciudadana, radicaría en la naturaleza de la amenaza para la que se habían preparado durante meses. En otros palabras, que los incidentes entre aficionados ingleses, rusos y locales en Marsella cogieron a las fuerzas del orden con el paso cambiado. 
Dos circunstancias alimentan dicha teoría. Por un lado, el hecho de que los agentes de los cuerpos de policía de los diferentes países participantes enviados a Francia para controlar a sus seguidores (algo habitual en los eventos de esta magnitud y en la propia Liga de Campeones, si se trata de aficiones conflictivas) durante el torneo no detectaran ninguna señal que pudiera indicar el infierno que se cernía sobre Marsella. Del otro, la ‘tranquilidad’ de saber que varios centenares de ultras de entre los más peligrosos del continente (ingleses, alemanes y holandeses encabezan el ránking) tienen prohibido viajar con sus respectivas selecciones y están obligados a presentarse una hora antes de cada partido en las dependencias policiales de su ciudad de residencia. 
Pero ninguna de esas dos premisas sobre las que se sustentaba una parte fundamental del control de la amenaza hooliganista se han cumplido en Marsella a lo largo de estos tres días de pánico vividos por los habitantes de la capital de la Provenza. Ya en los primeros incidentes, acaecidos la noche del jueves, pudo comprobarse que sus protagonistas respondían a unos parámetros absolutamente diferentes. Todo apunta, de hecho, a que fueron jóvenes seguidores del OM los que cargaron con el lanzamientos de botellas en el Puerto Viejo sobre unos aficionados ingleses a los que el consumo desmedido de cerveza suele llevarles a transformarse en pocas horas de ‘Doctor Jekill’ a ‘Míster Hade’. Y, claro está, en ese estado etílico resultan incontrolables si alguien les busca las cosquillas.
La escala de violencia subió un peldaño el viernes, aunque los protagonistas de la movida siguieron siendo, en esencia, los mismos. El auténtico desmadre se produjo el sábado, día del partido, al entrar en escena los aficionados rusos. La aparente mancomunión de radicales del Sparta de Moscú (Gladiators Firm 96), Lokomotiv (Orel Butchers), del Torpedo y de otros clubes menores de la ex capital soviética con el objetivo de dar una ‘lección’ a los británicos cerró el círculo que convirtió a Marsella en una especie de habitación del pánico. Según ha podido saber El Confidencial, los ultras rusos actuaron perfectamente organizados. Durante el día se valieron de los vehículos en los que viajaban para asaltar por sorpresa a grupos pequeños de ingleses, atacarlos violentamente sin mediar provocación, y huir a los pocos minutos en sus coches a la caza y captura de nuevas víctimas. 
Esa sincronización castrense se dejó notar nuevamente en las gradas del Velodrome, donde volvieron a cargar por sorpresa pero con idéntica eficacia sobre los sajones. Contaban con la intervención de las fuerzas del orden locales, pero hasta eso lo tenían bien estudiado y les plantaron cara sin ningún tipo de rubor. Habían llegado a Francia con la lección aprendida y consiguieron su meta: convertir Marsella en el escenario de una gigantesca batalla campal que sólo arreció después de que el grueso de las fuerzas litigantes se marcharan con viento fresco.  
El Comité de Control y Disciplina de la UEFA encargó este domingo la apertura de una investigación para tratar de esclarecer lo ocurrido en el Velodrome una vez concluido el Inglaterra-Rusia. Mañana estudiará la información recabada y el martes emitirá un veredicto sobre quién recae la culpabilidad de los incidentes. A la vista de los hechos, todo apunta a que impondrá una multa ejemplar a la Federación Rusa. 

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