martes, 19 de enero de 2016

Tragedias: la historia sangrienta del fútbol

“Fue un momento difícil saber que uno de mis primos fue al partido y estaba entre los fallecidos. Ver el dolor de su madre me ha convertido en el jugador que soy hoy”, afirma Steven Gerrard, actual capitán del Liverpool, en Fiebre Maldini, al ser preguntado por la tragedia de Hillsborough.
Los partidos de fútbol son, en muchos casos, grandes acontecimientos para los aficionados. Gente que hace más llevadera su semana de trabajo al imaginarse en las gradas del equipo de su corazón alentando a los suyos. Padres que llevan de la mano al campo a sus hijos para que respiren ese aroma a fútbol que existe en los estadios. Sin embargo, algunas veces estos momentos que deberían ser felices terminan en tragedia. A lo largo de la historia del fútbol, las grandes aglomeraciones de aficionados han provocado avalanchas, disturbios o peleas que han hecho que hinchas inocentes se dejasen la vida en el campo.
Primeras desgracias. La primera gran tragedia de la que se tiene constancia se produjo en 1902, en un partido entre Escocia e Inglaterra, en el Ibrox Park de Glasgow. Una de las gradas se derrumbó, debido a las fuertes lluvias que habían tenido lugar la noche anterior, y los aficionados sufrieron una caída de 12 metros. Las consecuencias fueron trágicas: 25 muertos y 517 heridos. Las gradas consistían en terrazas de madera sostenidas por un marco de vigas de acero, que, a raíz de este accidente, fueron sustituidas en todo el Reino Unido por terrazas con el apoyo de movimientos de tierra o de hormigón armado. Fue uno de los primeros pasos destinados a mejorar la seguridad en los campos de fútbol, pero sin duda quedaba mucho camino por recorrer. Desafortunadamente, como en Ibrox Park, las medidas de seguridad a lo largo de la historia del fútbol se han tomado casi siempre después de que ocurriera una gran desgracia.
En 1946 hubo 44 muertos y 500 heridos en Bolton, por peleas multitudinarias en el Bulden Park, en un encuentro entre el Bolton y el Stoke City. Nueve años más tarde, en 1955, una nueva tragedia dejó 152 muertos en Nápoles, tras unos incidentes provocados por un penalti pitado a favor del Bolonia, en un partido contra el Nápoles.
Sin embargo, ninguna de las dos desgracias anteriores tuvo la magnitud de la ocurrida en 1964 en Lima, en un encuentro que enfrentó a Perú y Argentina y en el que se jugaban la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio. Se disputó en el Estadio Nacional, que se abarrotó para la ocasión. La asistencia oficial fue de 47.197 espectadores. El combinado argentino vencía por un gol a cero a falta de dos minutos del final. En ese instante, Perú anotó el gol que ponía el empate en el marcador, pero el árbitro lo anuló. Ante esta decisión, un aficionado saltó al terreno de juego y agredió al colegiado. La Policía respondió a este ataque soltando a los perros, que se abalanzaron sobre el agresor. Esta situación desató el desconcierto en las gradas y los aficionados de ambos países, que hasta ese momento se habían comportado de forma ejemplar y disfrutaban del partido unos al lado de otros, empezaron a enfrentarse. Desbordada por la batalla campal que se había desatado en las gradas, la Policía intentó parar el conflicto lanzando gases lacrimógenos. El resultado final fue catastrófico: más de 300 muertos.
Pocos años después, en 1968, se produjo el mayor desastre del fútbol argentino. El 23 de junio de ese año el estadio Monumental acogía el gran Clásico de Argentina, River Plate-Boca Juniors. Como es habitual en estos choques, se puso el cartel de ‘no hay billetes’ y 90.000 almas abarrotaban el estadio para alentar a sus equipos. Sin embargo, lo que iba a ser una gran fiesta terminó en tragedia cuando al final del encuentro la puerta 12 estaba cerrada. Esta circunstancia provocó una fatídica avalancha que se cobró 71 vidas y 113 heridos. Argentina entera quedó conmocionada al conocer la noticia. En la actualidad, aún no han quedado claras las razones por la que la puerta se encontraba cerrada. Hoy en día, ya no existe la puerta 12 en el Monumental, ya que, tras la desgracia, se optó por cambiar el nombre y pasó a llamarse puerta L.
Poco hubo que esperar para volver a lamentar otra desgracia, ya que en 1971 hasta 66 personas perdieron la vida en Glasgow, en el estadio del Rangers.
Fatídica década de los 80. Los años 80 resultaron terriblemente trágicos. La mala racha comenzó en 1982 en Moscú, en la conocida como ‘Tragedia de Luzhniki’, con motivo de la ida de los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA en la que se enfrentaban el Spartak de Moscú y el HFC Haarlem. Los locales tuvieron un partido plácido, dominaron con autoridad y en el minuto 17 se adelantaron en el marcador. Ante esta circunstancia, muchos hinchas abandonaron el campo minutos antes del final. Sin embargo, el Spartak anotó el segundo tanto cuando tan sólo restaban 20 segundos para el final. Esto provocó que muchos de los aficionados que habían abandonado el estadio volvieran al interior ante el griterío para enterarse de lo que había ocurrido, coincidiendo con aquellos que estaban en ese momento abandonando sus localidades. Varios aficionados cayeron al suelo y se produjo una estampida que afectó a miles de aficionados, afectados por contusiones o asfixiados por compresión. 340 personas perdieron la vida y otros 1.000 resultaron heridos.
Pero sin duda, el peor momento de la historia del fútbol fue el mes de mayo de 1985, ya que en menos de 20 días ocurrieron dos tragedias muy graves. La primera se produjo en Inglaterra, concretamente en Bradford, en un encuentro de Tercera División. El equipo de la ciudad celebraba su ascenso un 11 de mayo de 1985, pero lo que iba a ser un día de fiesta se tornó en tragedia. 11.000 espectadores acudieron a la cita. Pero, a pocos minutos del descanso, empezó el desconcierto. Uno de los jueces de línea avisó al árbitro de que se había iniciado un pequeño fuego en una de las gradas. Ya era demasiado tarde. Las llamas se extendieron por toda la hilera de la grada principal a un ritmo imparable, se llevaron consigo 53 vidas humanas y dejaron a otras 200 personas heridas. Días más tarde, las investigaciones determinaron que el fuego había sido ocasionado por una colilla mal apagada. El estadio estaba construido sobre bases de postes de madera y debajo de la estructura había basura que se acumulaba desde hacía varios años. La caída del cigarro a la basura inició el fuego y la facilidad de los postes de madera para arder hizo el resto. El resultado fue una nueva tragedia que podría haberse evitado.
Aún conmocionados por los fallecidos en Bradford, los aficionados británicos tuvieron que enfrentarse a una nueva desgracia, esta vez en Bélgica, en el estadio de Heysel. El 29 de mayo de 1985, Juventus y Liverpool disputaban la final de la Copa de Europa y miles de aficionados de ambos conjuntos viajaron hasta Bruselas para alentar a los suyos. La Prensa había considerado el partido como uno de los mejores de la época, ya que enfrentaba al fútbol inglés (cuyos equipos habían logrado siete de las últimas ocho Copas de Europa) y al fútbol italiano (en ese momento, Italia era vigente campeona del mundo con seis jugadores de la Juve en sus filas). Los radicales de ambos equipos quisieron ser protagonistas y colarse en lo que iba a ser una fiesta del fútbol. Desde primeras horas de la mañana hubo altercados en Bruselas, pero el momento de mayor dramatismo se vivió dentro del estadio, cuando un grupo de hooligans atacó a otro de tifosis italianos. Los hinchas ingleses derribaron la valla que separaba a ambas aficiones y se desató una batalla campal en la que no faltaron navajazos, botellazos y agresiones de todo tipo. El conflicto dejó como resultado 39 muertos. La imagen del fútbol quedó muy dañada y desde este incidente se redujo la asistencia de aficionados a los estadios por miedo a los violentos. La FIFA tuvo que trabajar duro para recuperar el prestigio perdido.
La desgracia volvió a cebarse en esta década con el fútbol británico, por última vez. En esta ocasión, el escenario fue el estadio de Hillsborough, en Sheffield, el 15 de abril de 1989. El Liverpool y el Nottingham Forest se enfrentaban en las semifinales de la FA Cup. Ese día, todo empezó mal desde varias horas antes del encuentro. No existe una autopista que conecte las ciudades de Liverpool y Sheffield y, además, la carretera se encontraba en obras. Esto propició que se formasen grandes atascos. Por si fuera poco, a la entrada de la ciudad muchos coches fueron registrados por la Policía, ya que el hooliganismo estaba muy extendido en el fútbol británico y se pretendía acabar con él. El resultado fue una llegada de la afición red poco escalonada. Tan sólo era el principio del caos. Una vez en el estadio, apareció un nuevo problema: al Liverpool, cuya afición era más numerosa, se le asignó el fondo con capacidad para 14.600 espectadores, mientras que los hinchas del Nottingham fueron situados en el fondo, con capacidad para 21.000 personas. El objetivo de este mal reparto fue el de evitar enfrentamientos entre ambas hinchadas. La tardanza de los hinchas en llegar al campo propició que, a escasos minutos de empezar el partido, una enorme multitud se agolpara en la puerta C. En línea recta se encontraba el túnel que daba acceso al sector central. Jason Thompson, periodista de Liverpool Echo analiza el estadio, en una entrevista concedida al programa Fiebre Maldini: “Era una grada tradicional, pero dividida en sectores separados por vallas. Eran como jaulas de ganado en vez de un espacio donde la gente se pudiera distribuir”.
Cuanto más se acercaba la hora del partido, la tensión entre los aficionados del Liverpool y los agentes de seguridad empezó a crecer y fue entonces cuando la Policía tomó la decisión fatal: abrir la puerta y permitir la entrada de los hinchas, muchos sin entrada. Thompson valora esta medida: “Los hinchas hacían cola y comenzó la presión, porque había cierta prisa por entrar y la Policía empezó a estar ansiosa por controlar la entrada de la gente al estadio. Desgraciadamente, tomaron una decisión terriblemente equivocada en un momento de máxima tensión”. En ese instante, la gente corrió para no perderse nada de lo que sucediera en el encuentro y casi todos tomaron el camino más fácil: acudir al túnel que desembocaba en la grada situada detrás de la portería. La gente empezó a quedar aplastada contra las vallas y en un primer momento la Policía no dejó saltar a nadie al campo, porque pensaron que se trataba de un acto de hooliganismo. Sin embargo, al darse cuenta de la gravedad de la situación, abrieron los accesos para que los hinchas pudieran acceder al campo. Era demasiado tarde. La estructura del estadio y el exceso de aforo se convirtieron en una trampa mortal de la que 96 víctimas no pudieron escapar. El fútbol volvía a ser noticia mundial por un acontecimiento que jamás debió ocurrir. Una vez más, tuvo que suceder algo así para que se tomasen medidas y, tras este incidente en el Reino Unido y posteriormente en Europa, se eliminaron las gradas de pie y se impuso un exhaustivo control de entrada a los estadios.
Siglo XXI. Con la entrada del nuevo siglo, el desarrollo de las nuevas tecnologías y los precedentes anteriores, las medidas de seguridad en los estadios han aumentado de manera muy positiva. De hecho, en lo que llevamos de siglo no se registra ninguna gran tragedia en el fútbol europeo. Sin embargo, en los países menos desarrollados las condiciones siguen siendo aún precarias y, desgraciadamente, cada cierto tiempo nos encontramos con incidentes en un campo de fútbol. Especialmente trágico fue lo ocurrido en Ghana en 2001. Al menos 130 personas que fueron a presenciar el partido entre el Accra Hearts y el Kumasi Ashanti perdieron la vida. El Accra se proclamó vencedor (2-1) y los hinchas del equipo derrotado no lo aceptaron de buen grado. Comenzaron a destruir los asientos de las gradas, ante lo que la Policía respondió cerrando las puertas del recinto y lanzando contra ellos granadas lacrimógenas. Los cuerpos de seguridad fueron acusados por la opinión pública como los principales culpables, así como la poca seguridad existente en los estadios en el fútbol africano. Sea como fuere, los aficionados volvieron a ser las víctimas de un fallo en la seguridad y más de un centenar de inocentes se dejaron la vida allí.
Más reciente es la tragedia ocurrida en Port Said, Egipto, el 1 de febrero de 2012. Se enfrentaban el equipo local, el Al-Masry y el Al-Ahly, cuyas aficiones tienen gran rivalidad por motivos políticos. Los locales se impusieron por 3-1, pero, al finalizar el partidos, los aficionados del Al-Masry invadieron el terreno de juego para perseguir a los hinchas y jugadores del Al-Ahly, lanzándoles piedras y botellas. El resultado, una vez más, fue trágico: 74 muertos y cerca de mil heridos.
Si atendemos a los hechos, es innegable que el aumento de las medidas de seguridad en los campos ha dado sus frutos y cada vez es más complicado que alguien se deje la vida en un estadio, aunque aún queda mucho por mejorar en aquellos países con menos recursos. Sin embargo, no se deben olvidar las tragedias que han ocurrido a lo largo de la historia y es necesario seguir trabajando para mantener la seguridad. Sin duda, el fútbol es un acontecimiento global maravilloso que mueve pasiones allá donde va. Por tanto, todos estamos en la obligación de actuar de manera responsable para preservarlo.

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